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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Mircea Cărtărescu: «Mucha poesía que leemos es basura»

El escritor rumano, gran referente hoy del programa de Málaga 451: La Noche de los Libros, reniega de buena parte de los versos que se publican

Lleva una sonrisa bajo esa melena cuidada y a la vez rebelde que le da un aire de artista despreocupado. Pero el rumano Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1 de junio de 1956) tiene los pies en el suelo, pese a ser uno de los intelectuales más reputados de Europa. Su opinión de la poesía dista mucho de coincidir con la mayoría y cuenta que en su país es el «enemigo». Por ello disfruta del reconocimiento en España, donde la editorial Impedimenta está traduciendo con mimo sus obras, caso de la aclamada Solenoide y la trilogía Cegador. Hoy, el escritor es uno de los grandes atractivos del programa de Málaga 451: La Noche de los Libros (19 horas, La Térmica). Llega con la vitola de su repetida candidatura al Nobel. Aunque tuerce el gesto al escuchar lo del premio ya que ha acabado convirtiéndose en un incómodo eslogan.

—Estamos en un encuentro de libros con un nombre muy metafórico, ¿Se imagina un mundo sin libros como en la novela Fahrenheit 451?

—Nunca desaparecerán, porque no son solo un objeto, sino también su contenido. Los libros son muy frágiles, como el ser humano, por eso no podemos vivir sin ellos y nos representan. Las generaciones jóvenes, como mi hijo, están más adaptadas a las pantallas, a las tablets y los videojuegos, pero el libro es uno de los grandes inventos de la humanidad.

—¿Acabaremos leyendo sus novelas solo en las pantallas?

—Es una posibilidad, pero sería muy triste. El libro de papel es la máquina más perfecta para leer. En una pantalla hay que hacer scroll, como se desenrollaban los antiguos papiros, lo que me supone un retroceso y poco cómodo. ¡Claro que uso pantallas!, pero no es lo mismo. No solo me gustan los libros, sino especialmente leer primeras ediciones. El libro es texto, pero también el aroma, el tacto y las sensaciones de saborear la magdalena de Proust. Cuando leo a Cortázar busco una edición antigua, porque ahí está el verdadero Cortázar. Frente a la pantalla, el libro siempre es mejor.

—Usted se ve más cercano a la forma de escribir de los poetas. ¿Es de los que convoca la escritura o la escritura le convoca a usted?

—Mucha gente considera que la poesía consiste en publicar un libro de versos, pero eso es erróneo. La poesía es una forma de ver la realidad y el mundo. Por eso creo que mucha de la poesía que leemos es basura. En mi caso creo que soy un poeta desde mi nacimiento y espero morir siéndolo. Cuando tenía 30 años decidí dejar la poesía y estoy feliz de esa decisión porque me dio la oportunidad de escribir libros de relatos y novelas. Aunque cuando escribo prosa tengo la poesía en mente.

—¿Considera que se publica hoy mucha basura poética?

—No solo en la actualidad. Poetas reales solo existen unos pocos a lo largo de los siglos. Tienes que ser una persona muy especial para escribir poesía y tienes que ser poeta incluso antes de escribir. No necesita demostrárselo a nadie; ese es el poeta real. Catulo, Rilke, Silvia Plath o Dylan Thomas habrían sido poetas aunque no hubieran escrito… aunque hay que estar agradecidos de que lo hicieran.

—¿Entonces usted es un poeta que hace novelas?

—Solo me siento poeta. Soy de los que escribe a mano, que hoy día no hace casi nadie, y deja fluir su escritura. Por eso no me gusta corregir. Y nunca pienso en el libro, sino en que estoy recorriendo mi vida, mis recuerdos y mi experiencia y reescribiéndome a mí mismo.

—A su trilogía Cegador dedicó 14 años de creación y la concluyó hace más de una década. En España vamos todavía por la primera entrega. ¿Demasiado retraso?

—Es un libro antiguo también para mi memoria, pero es el centro de mi obra. No es importante que se haya traducido ahora la primera parte, ni que las dos siguientes estén pendientes, porque no están conectadas a una realidad concreta o histórica. Se pueden leer como si estuvieran recién escritos. Impedimenta va a publicar las dos próximas entregas cada año y medio. Podrían editarse más rápido porque mi traductora es excelente, pero no quiero abrumar al lector.

—Usted es de origen rumano y su literatura ha roto fronteras. ¿Ha reflexionado sobre su éxito?

—No pienso en la popularidad o la fama. Soy el mismo que empezó a escribir hace 25 años con libertad porque era un desconocido. Ni una sola línea de Cegador la escribí en Bucarest, porque en aquella época me dieron algunos reconocimientos fuera y la escribí en el extranjero. Eso me permitió dedicarme a crear sin estar preocupado por el dinero. Escribir sin presión es para mí lo importante.

—Es difícil encontrar quien lo critique, al menos en España. ¿Tanta unanimidad es buena?

—Aquí tengo buenas críticas y también en otros países, pero en Rumanía soy el más criticado. Normalmente se es amable con los extranjeros, porque además no están vinculados con la política y con la situación social. Pero en mi país soy el «enemigo» y muchos escritores, sobre todo jóvenes, son muy críticos con mi obra.

—¿Y se siente cómodo con la etiqueta de best seller?

—Solo he tenido uno en mi carrera, «¿Por qué nos gustan las mujeres?», y fue una sorpresa inesperada para mí y los editores. El libro empezó con cifras normales y de pronto explotó convirtiéndose en un fenómeno social al vender cientos de miles de ejemplares. Para mí fue un libro casi menor, porque son historias agradables que fueron fáciles de escribir, pero paradójicamente es el título más vendido en la historia de la literatura rumana. Y, claro, eso dio nuevos motivos de crítica a mis enemigos.

—(Risas) Insisto en la pregunta. ¿Le incomoda ser un best seller?

—No pienso en esos términos, porque el número de ejemplares que venda un libro no significa nada. Vargas Llosa o Paul Auster venden mucho, pero hay una literatura comercial que todavía vende más. El número de ejemplares no tiene nada que ver con la calidad de la obra.

—Mientras aquí se publica Cegador, ¿en qué trabaja ahora?

—Estoy escribiendo Melancolía, un tríptico con historias semiconectadas sobre la soledad y protagonizadas por un niño y un adolescente.

—¿Por qué sus protagonistas son jóvenes y no escribe sobre la edad adulta más cercana a usted?

—Es que la adolescencia y la infancia son las etapas más brillantes. Por mi experiencia, el día a día de los adultos no tiene interés. ¿Por qué hablar de lo cotidiano si ya conocí el paraíso en la infancia?

—Todavía no le he preguntado por el Premio Nobel. ¿Cansado de ser el eterno candidato?

—Es una cuestión que siempre sale, pero es algo tonta. Lo del Nobel es más una cuestión de casa de apuestas, porque no hay una lista oficial de candidatos. Y no sé si me han llegado a considerar. Todo son rumores y no tengo nada que decir.

Francisco Griñán (Diario Sur)