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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«A la deriva» – Penelope Fitzgerald

Las buenas historias son, a menudo, ventanas que nos revelan mundos desconocidos. Aquellos mundos terribles que subyacen bajo una aparente normalidad, aquellos que describen al detalle un determinado tiempo y espacio, aquellos que contemplan la posibilidad de un futuro aterrador o la reminiscencia de un pasado perdido para siempre. Las buenas historias también son una ventana a esos mundos ocultos que ocurren delante de nuestras narices sin que les prestemos atención. Para encontrarlos no hay que ir más lejos que la vuelta de la esquina o, en este caso, a la punta del muelle.

A la deriva nos presenta a Nenna, quien vive junto a sus dos hijas en uno de estos pequeños universos con propias particularidades y propias reglas: Una comunidad de barcos atracados a la orilla del río Támesis, en Londres. Un ambiente donde las personas toman los nombres de sus barcos y donde la precariedad está a la orden del día. Como lo sugiere el título, Nenna y quienes habitan (por decisión propia) en este mundo se encuentran a merced de las aguas.(un símbolo quizás sutil, quizás muy obvio de las vicisitudes de la vida). Así cada día, con la subida de la marea, «todos ellos sentían los parches que había en el casco de sus navíos, la tensión que soportaban y sus diversas grietas como si fueran los puntos débiles de sus propios cuerpos. Temían el momento de regresar a ellos para comprobar si el último sellado había cedido».

La prosa de Fitzgerald es deliciosa, su cuidado por el detalle nos pinta con precisión a los outsiders de esta comunidad anfibia. Muchos están allí porque no les queda otra, algunos como Nenna, por la indefinición de su situación con el padre de sus hijas, y otros como Richard, simplemente porque aman vivir allí. Y es que para Richard, «vender el navío para después marcharse de Battersea se consideraba un acto de desesperación, similar al que realizaron los anfibios cuando, en un pasado remoto, salieron a la tierra. Muchas de aquellas especies perecieron en el intento».

Y es que la escritora inglesa tiene especial predilección por personajes que viven fuera de la sociedad: Así nos encontramos a Maurice, un personaje gay que vive casi al margen de la ley y quien ha rebautizado a su barco con su propio nombre para que no le llamen «Dondeschiepolschuygen IV», a Willis, un artista fracasado que desesperadamente quiere vender su bote, afectado por filtraciones que agua que hacen temer por su hundimiento o a Wodroow, cuyo bote está en perfectas condiciones pero que se preocupaba «porque la marea alta no dejaría a la vista unas hermosas rayas debajo de la línea de flotación».

La que quizás sea la novela más conocida de Fitzgerald, La librería (otro maravilloso universo creado por esta autora y también publicado por Impedimenta) tuvo recientemente una adaptación cinematográfica a manos de Isabel Coixet que fue muy bien recibida por la crítica y que tengo en mi lista de pendientes. Si estas palabras no fueran suficientes, también es necesario mencionar que A la deriva obtuvo el Booker Prize en 1979. Hay demasiadas razones para leer a Penélope, sería descortés dejarla esperando.