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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Boris Vian, demasiado corazón

Boris Vian tenía el corazón tan grande que le explotó en un fulminante infarto de miocardio. Era el 23 de junio de 1959, Vian tenía tan solo 39 años y estaba en un cine viendo la película basada en «Escupiré sobre vuestra tumba», novela terriblemente negra que había firmado con su heterónimo, Vernon Sullivan.

Precisamente, esa novela le había dado un gran disgusto a su gigantesco corazón, pues por ella había sido condenado por «ultraje a la moral y las buenas costumbres».

Y es que las costumbres de Boris Vian no eran de las mejores, ni para ir tirando por la vida ni para su martirizado corazón. Iconoclasta, rebelde con causas más que perdidas, trompetista de «jazz», ingeniero metalúrgico, crítico musical, cantante y compositor, a lo largo de su corta vida Boris Vian hizo justo lo contrario de lo que le habían pedido los médicos, que llevara una existencia tranquila. Amigo de Jean-Paul Sartre y de Simone de Beauvoir, colaborador en «Combat» junto a Albert Camus, su disparatado corazón estaba condenado desde que de crío sufrió unas fiebres tifoideas que le dejaron maltrecho. Ese corazón quedaba desde entonces para siempre en parihuelas.

Bien joven debutaba como narrador con la desconcertante «Vercoquin y el plancton», y junto a sus hermanos gastaba otra parte de su vida en organizar unos guateques imponentes, las «surprise parties». Pronto, en 1946, llegaron «El otoño en Pekín» y la magistral «La espuma de los días», una de las novelas más bellas del siglo XX. Cómo no podía serlo cuando su protagonista, Chloé, muere porque le crece un nenúfar en el pulmón. De ese mismo año es «Escupiré sobre vuestra tumba», donde se convertía en un escritor negro de novela también negrísima. Violencia y sexo no faltaban en ella, ni tampoco en otros títulos, como «Todos los muertos tienen la misma piel», «Que se mueran los feos» y «Con las mujeres no hay manera».

Fue un existencialista con un kafkiano sentido del humor, y sus novelas, las más rompedoras de su tiempo, hervidas en los caldos del «jazz» y en los sobrecogedores acordes de Duke Ellington, Miles Davis y Charlie Parker.

A toda prisa, y poniendo al borde del precipicio a su corazón, seguía escribiendo canciones que interpretaba en la febril noche parisina. Pero también tuvo otra corazonada, escribir una pieza antibelicista, «El desertor», cuando los problemas en Argelia comenzaban a sacudir Francia. Vive en un sexto piso sin ascensor cuando no debe subir escaleras, le da aire a su trompeta cuando aire no le sobraba precisamente… Vian acude a una piscina para ver si consigue que su músculo más preciado bombee con más fuerza.

Y precisamente en esa piscina, la Piscina Molitor, arranca el cómic que narra la vida de este hombre y artista tan singular, «Piscina Molitor. La vida swing de Boris Vian», con dibujos de Christian Cailleaux y guión de Hervé Bourhis. Estamos ante un libro que traza con emoción los aspectos vitales y artísticos de Boris Vian, y que de una manera sencilla y directa nos acerca a este peculiar creador, a este artista variopinto y poliédrico, un ingeniero metido a trompetista, un trompetista experto autor de novelas negras, un hombre que vivió y murió a todo «jazz», un tipo al que le sobraba corazón. Demasiado corazón.

Por Manuel de la Fuente Vidal