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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Confesiones de un Mitómano

Miguel Cane (Ciudad de México, 1974) es más que un prestigioso, erudito e ingenioso escritor, periodista y crítico de cine –que lo es-, colaborador de diarios como El Universal, Milenio o El Comercio. Es un mitómano.

Un enamorado de la constelación cinematográfica, que va más allá de los lugares comunes de la cinefilia más rancia, para redescubrir el placer del cine, su historia pasada y presente, su mitología, sus protagonistas y su mundo de luces y sombras, brillantes estatuillas y oscuros esqueletos en el armario. Todo lo cuenta, nombre a nombre, con gracia sin par, en su Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs (Impedimenta).

¿Por qué esta pasión por el cine?

En parte es herencia, en parte obsesión personal. Es de esos hábitos que se adquieren, se convierten en rituales; comenzamos, y luego es imposible volver atrás. No concibo la vida sin el cine; sin los personajes que para mí son el cine. Podría decirse que el diccionario es – y esto lo ha dicho Ana Bustelo, la ilustradora, responsable de los bellísimos rostros que iluminan las páginas – mi autobiografía fílmica.

¿Cómo definirías al mitómano amateur?

Como ese devoto irredento de cualquier profesión, que en privado – o en público – va y abraza a sus mitos con fervor… pero no recibe un pago por ejercer su mitomanía.

¿Fue muy difícil seleccionar quiénes sí y quiénes no?

Originalmente, era una lista de 700 nombres. A mi editor, el noble Enrique Redel, cabeza de Impedimenta, casi le dio un ictus. Me sugirió, con tersura, ir recortando, hasta que pasó de 700 a 500, a 250, los que están en el volumen tal cual es. Llegó un punto en que estaba aterrado. Cada escisión era como un corte personal. Fue más que difícil. Me salían las lágrimas cuando tenía que coger el escalpelo y cortar un nombre.

¿A quién tuviste que incluir a tu pesar?

No puedo con Clint Eastwood. Pero ahí está, por demanda popular. En fin. Pero en Tom (ese hombre) Cruise, me puse firme y dije “¡ni hablar del peluquín!”

¿Kenneth Anger o Truman Capote?

Capote. Era un mentiroso maravilloso. Hacía de todo lo que contaba, verdad, media verdad y cínica falacia, una joya. Anger es un mentiroso patético que busca el morbo y el shock-value. La diferencia es como la existente entre un cisne negro y una urraca.

¿El cine hay que leerlo además de verlo?

Hay que amarlo. Verlo. Leerlo. Rememorarlo. ¿Recuerdas a la gente-libro en Fahrenheit 451? Así debería ser: tomar una película, aquella que esté más cerca de nuestro corazón, como tomamos los libros que más amamos, y memorizarla, transmitirla a otros. De ese modo, algunas de las figuras que aparecen en este libro no se perderán en el olvido. Si por lo menos consigo que un lector mantenga vivos estos nombres después de leer sobre ellos, entonces me habré salido con la mía.

Entrevista de Jesús Palacios