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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Corazón luminoso

Dice el manido tópico que leer es viajar y lo entendemos siempre en un sentido metafórico, comparándolo con ese viaje interior que provoca la buena literatura.

Pero hay libros que te mueven del sitio y te llevan muy lejos. Leer Corazón que ríe, corazón que llora (Impedimenta) es trasladarnos a las Antillas, recorrer las calles de Pointe-à-­Pitre, la capital de Guadalupe, entre puestos de pistachos garrapiñados al ritmo de la música del carnaval, y colarnos en una casa donde, mientras fuera desfilan las máscaras, una niña, viene al mundo y su llanto de recién nacida se confunde con los tambores del Mardi Gras.

Maryse Condé nació en 1937, cuando Guadalupe era todavía una colonia francesa. Sus padres, de clase alta, hablaban francés y no criollo, tenían cocinera y criada, y viajaban a menudo a Francia sintiendo que ese era el lugar donde realmente pertenecían. Así, entre París y Le Pointe, transcurrió la infancia de esta autora que no entendía como propios los conflictos de clase y de raza de sus padres, pero que según crecía los incorporó, a la fuerza, a su vida. «La identidad es como un vestido que tienes que ponerte, lo quieras o no lo quieras, te quede bien o no», escribe Condé, es que saberse mujer negra, tomar conciencia de la negritud, de la (no) pertenencia, de las raíces, de los distintos modelos de belleza y de mujer, es algo que está muy presente en estas memorias.

El lenguaje que utiliza la autora, salpicado de palabras en creole, es de un poder evocador maravilloso. Las comidas (‘el kiololo’, café aguado; ‘los dannikites’, panecillos; ‘el sukakoko’, zumo de coco; ‘el lambío’, caracol marino comestible), las frutas (mangos macho, mangos mamey, mangos señora, mangos huevo de toro, mangos filipinos, mangos injertados…), los personajes de carnaval, los nombres de los distintos tonos de piel… constituyen imágenes muy poderosas, llenas de fuerza. El excelente trabajo de traducción de Martha Asunción Alonso consigue un texto hermosísimo.

Maryse Condé está emparentada directamente con las mejores Maya Angelou, Toni Morrison y Chimamanda Ngoizi Adichie. Son esas «mujeres junco» que, según el poeta antillano Daniel Maximin, «resisten estoicamente los envites de la existencia doblándose como tallos al viento, pero sin llegar nunca a partirse por mas que este arrecie». Corazón que ríe, corazón que llora es un libro delicioso que irradia una luz tan intensa como el sol de las Antillas.

Eva Cosculluela