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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Dame cuarto de lomo

Y que la rústica no esté dura ni la celulosa llena de nervios, anda.

Los Ángeles del Infierno, de Hunter S. Thompson (Anagrama); 18 € Piedra angular del denominado periodismo gonzo, este clásico llevaba tiempo descatalogado. En 1965, el autor de Muerte y asco en Las Vegas convivió durante meses con los más malos de la clase -peleas, sexo, borracheras, acoso policial- y, aun así, sobrevivió para contarlo. Los moteros desde dentro.

El lamento del perezoso, de Sam Savage (Seix Barral); 16,50 € Hace un par de años, su sorprendente Firmin entró en las listas de éxitos como una bocanada de aire fresco. Ahora llega este homenaje a la escritura en soledad, libérrima, capaz de generar ilusiones y deseos vanos por el único placer de crear.

La hija del optimista, de Eudora Welty (Impedimenta); 19 € Compañera de generación de otras grandes damas sureñas (Carsons McCullers o Flannery O’Connor), Welty publicó esta novela, ganadora del Pulitzer en 1972, en el otoño de su vida. Narra el velatorio y entierro del Juez McKelva, una excusa
para adentrarse en los fantasmas familiares de una estirpe venida a menos.

El animal piadoso, de Luis Mateo Díez (Galaxia Gutenberg); 18,50 € La prosa de Mateo Díez es especial, única, tan insólita como los estrafalarios nombres con los que siempre bautiza a sus personajes (Elicio Cedal, samuel Mol). Un asesinato perpetrado tiempo atrás y una investigación repleta de cuentas pendientes ponen en marcha una novela repleta de intención.

El último Dickens, de Matthew Pearl (Alfaguara); 22 € Como antes hiciera con Dante o Poe, Pearl utiliza la biografía de un famoso escritor real (Charles Dickens en este caso) como guía argumental de un canónico thriller repleto de enigmas y acción. Otra cosa no, pero lo que es ritmo y oficio, le sobran.

Cuentos fantásticos, de Ludwig Tieck (Nórdica libros); 15€ La predisposición germánica a la metafísica sería algo muy tremendo sino fuera por la pasión de sus clásicos por estas sugerentes historias de bosques oscuros, cazadores obsesivos y escenarios que bien podría haber pintado el mismísimo Friedrich.