cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Ecos irlandeses en la década de los cincuenta

Con esta novela, Brian Moore consigue consagrarse como un autor de referencia dentro de la literatura irlandesa, al diseccionar con maestría el alma humana a través de una narrativa dotada de un sentido tragicómico, donde su protagonista se convierte en un arquetipo de las debilidades que nos hacen humanos.

De vez en cuando los lectores tenemos la suerte de encontrar pequeñas joyas literarias, libros que transcienden más allá del placer de la lectura. En esta ocasión estamos ante una historia dura y llena de ternura: Judith Hearne, una solitaria mujer de mediana edad, ansía encontrar un hombre, más como una tabla que le salve de la soltería en la que se ha instalado y le permita cumplir con los anticuados esquemas irlandeses de los 50, que por la búsqueda del amor. Si en el pasado vivió con una holgada tranquilidad económica, en la actualidad se encuentra al borde de la ruina, lo que la obliga a ir buscando refugio por diferentes casas de huéspedes irlandesas de las que acaba huyendo tras provocar lamentables episodios. Junto a ella viajan el retrato de su difunta tía y una inseparable botella de whisky que va reemplazando por otro conforme se acaba. Finalmente, tras varias casas de huéspedes, acaba recayendo en la casa de la señora de Henry Rice, donde habitan un curioso grupo: la casera -cotilla, avara y viuda-, su hijo Bernad – “aspirante a poeta/escritor”, que vive bajo las faldas de su madre-, la señorita Friel – profesora y defensora de los valores tradicionales-, el señor Lenahan –un librepensador en las antípodas de Friel-, el señor James Madden –hermano de la señora Rice, de pasado turbio y hombre de mundo recién llegado de Nueva York, que se convertirá pronto en pretendiente interesado de la señorita Hearne- y Mary, la tierna sirvienta.

En este escenario Hearne inicia un tortuoso camino que la conducirá a un agónico final, junto a su alter ego masculino, el señor Madden, quien se une a ella en este viaje cuando ambos inician una relación sentimental, cargada de intereses contrarios: para Hearne es su última oportunidad de cumplir con sus objetivos como mujer tradicional y para Madden es una vía de escapar de la pobreza y miseria en la que vive, ascendiendo socialmente gracias al dinero que presupone posee Hearne. Cuando ambos descubran que sus intereses no son los mismos, su breve noviazgo saltará por los aires y conducirá a Hearne a refugiarse en los brazos del alcohol. Ambos personajes se revelan como la misma cara de una moneda: fracasados, supervivientes de una madurez decrépita, rechazados por su entorno familiar y amistoso.

Moore ofrece al lector un vivo retrato de la sociedad irlandesa de la posguerra, una feliz excusa para hacer una crítica feroz de la hipocresía, la doble moral y los convencionalismos sociales que dominan a la misma y que a su vez sirve a éste para desplegar una compleja estructura narrativa a través de la que nos introducimos en el particular infierno de Hearne, hasta acabar transformando a la misma en un personaje totalmente diferente al que conocimos en el principio de la novela. Imposible no sentir pena por esta mujer, un personaje repleto de humanidad y fragilidad, con el que pasamos rápidamente de la risa al drama. Moore muestra un contundente dominio de la narrativa, dominando el desarrollo de los diálogos que combina exitosamente con la narrativa en tercera persona, al tiempo que intercala ambos con el estilo indirecto y las reflexiones hacia el público; incluso cuando se trata de introducir a personajes secundarios, despliega una habilidad magistral para dotarlos de una compleja personalidad que los hace más cercanos al lector.

Rubén J. Olivares