cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«El ala izquierda»

La imagen de un adolescente enfermizo y ojeroso contemplando, «como un sarcopto que excava canales en su piel de luz antigua», su propio reflejo y la ciudad de Bucarest desde la ventana de su habitación abre este primer volumen de la monumental trilogía Cegador y da una idea general de lo que en el encontraremos.

Porque El ala izquierda es un libro que parte del extrañamiento de uno mismo, una especie de autobiografía mítica, una profunda indagación en la propia identidad en la que memoria, recuerdo y nostalgia juegan un papel fundamental. Es, además, un paseo por un laberinto de espejos en un continuo realidad-alucinación-sueño separadas por membranas permeables, un libro tremendamente metafórico, plagado de imágenes y símbolos, de miedos atávicos y ritos ancestrales.

También podríamos definir El ala izquierda como el intento desesperado de responder a una pregunta tan sencilla y tantas veces planteada como «¿qué demonios sucede?». Para averiguar qué sucede, quiénes somos o cómo hemos llegado hasta aquí, se hace necesario excavar en el pasado porque «el pasado lo es todo, el futuro no es nada. No existe otro sentido del tiempo».

En esta excavación (utilizo excavación porque me recuerda a esos insectos tan recurrentes en la narrativa de Cărtărescu), el autor se remonta a los orígenes familiares casi míticos, con la huida (con tintes bíblicos) de sus antepasados desde Bulgaria a Rumanía.

Esta crónica familiar se detiene, en la segunda parte del volumen, en la figura materna. Esta parte de la narración es, digamos, la más convencional. Estamos en la sombría Bucarest de la Segunda Guerra Mundial y de posguerra y podría leerse como una novela de formación en la que asistimos a episodios clave de la juventud de la madre; episodios marcados por la guerra (bombardeos), la muerte, la devastación y el sexo. No obstante, también esta parte tiene sus momentos oníricos, como la historia del negro Cedric en Nueva Orleans o el turbador encuentro con una mujer encerrada durante años en una cabina de ascensor (y hasta aquí puedo leer).

La tercera y última parte de El ala izquierda parte de un recorrido por la Bucarest de los años 80, un Bucarest que se asemeja por momentos a míticos territorios literarios, y se centra en la figura del solitario y melancólico Cărtărescu, quien vuelve a sus recuerdos de infancia y adolescencia, recuerdos marcados por el descubrimiento del sexo y de mundos ocultos y desconocidos, como el de la azotea de la casa de Stefan cel Mare, en permanente metamorfosis.

Estamos, en resumen, ante un libro crepuscular, grotesco y fascinante como el universo y como la mente humana, a medio camino entre la lucidez y la perversidad, con terribles analogías entre lo individual y lo total. Como decía al comienzo de la reseña, se trata de un libro muy metafórico (mucho), que deja abiertas multitud de preguntas, multitud de dudas, y que, pese a todo, se lee con «relativa» facilidad. Porque si algo caracteriza la prosa de Cartarescu, además de su capacidad para reflejar los miedos y deseos más profundos e inconfesables del ser humano de cualquier época y lugar (y aquí vienen a la mente nombres como el de Kafka, Borges o Proust), es el ritmo. Creo que Cartarescu es un autor muy marcado por el fondo de sus textos y se nos olvida valorar que, pese a la complejidad de los mismos, su escritura resulta terriblemente absorbente y ágil.

Un único pero: ¡tenemos que esperar un año y medio para la segunda parte de Cegador!

P.S.: Lo dije en la reseña de Solenoide y lo vuelvo a decir: es algo totalmente subjetivo, pero el trabajo de Marian Ochoa de Eribe me parece complicadísimo e impecable.