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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El alumno aventajado de Chesterton

Impedimenta publica «La juguetería errante», una novela divertidísima y la más popular de entre las que Edmund Crispin dedicó al profesor detective Gervase Fen.

La tradición flemática inglesa es la madre del género policíaco, si la paternidad se atribuye a la más violenta semilla estadounidense del hard boiled. En el tronco de tan recio árbol fluía la savia de Wilkie Collins, Conan Doyle, Chesterton o Agatha Christie. Y ahora ha de incorporarse a la familia a Edmund Crispin, ya considerado un clásico entre los británicos y deudor del humorismo del creador del padre Brown, de quien es su aventajado alumno.
Robert Bruce Montgomery (verdadero nombre de Crispin, 1921- 1978) es un producto genuinamente british, tanto como pueda serlo el Oxford donde se crio y en que sitúa como profesor de literatura a Gervase Fen, un excéntrico detective aficionado que usa expresiones del conejo de Alicia en el país de las maravillas, que protagonizó nueve novelas y dos libros de cuentos y que Impedimenta hace debutar en español con el tercer y quizá el más popular relato de la serie: La juguetería errante, que se desarrolla en 1938. Las alocadas, enredadas y surrealistas peripecias de Fen llevan a pensar en que convendría que un fi lme como Charada, de Staley Donen, debería haberlo rodado Alexander McKendrick y que la apariencia superfi cial del enfoque con que escritores como Saki o Wodehouse abordan el mundo es solo apariencia. Y que se puede criticar la pacatería de la sociedad que a uno le tocó en gracia conservando el optimismo, huyendo de solemnidades académicas y vacuos psicologismos y sin renunciar a la diversión. Fen es un cuarentón larguirucho, de rostro alegre, enjuto y afeitado, según la descripción del propio Crispin, y de pelo oscuro repeinado que tiende a erizársele en la coronilla. Viste gabardina y sombrero, no duda en aparcar sus libros y sus clases para desenredar un embrollo inverosímil y se ha ganado una curiosa reputación como investigador y la confi anza de Dick, el viejo comisario. ¿Y quién sino Fen podría interesarse en el caso de una juguetería que ha desaparecido y que solo vio su amigo el ocioso poeta Cadogan, permitiría participar en una persecución a un colega borrachín y a un camionero enfrascado en la erótica de D. H. Lawrence o se desplazaría en sus pesquisas en un petardeante y destartalado deportivo rojo, el Lily Christine III, todo menos discreto? No se pierdan sus aventuras.

Por Héctor J. Porto