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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El antes, el durante y el después de la bomba

Una de las obras japonesas más conmovedoras del siglo XX y que también retrata con crudeza y sensibilidad la devastación que provocó la bomba atómica en Hiroshima es Flores de verano, escrita por Tamiki Hara y publicada por Impedimenta en 2011. Es otra lectura que queremos recordar –y que también recomendamos en el Especial Verano 2015 del pasado mes de junio– aprovechando que se ha celebrado el setenta aniversario de la bomba.

Este pequeño libro reúne tres relatos que escribió Tamiki Hara posteriormente a la detonación de la bomba atómica. Tres relatos que describen en tres momentos narrativos distintos el antes, el durante y el después de la tragedia nuclear de Hiroshima: «Preludio a la aniquilación», «Flores de verano» y «De las ruinas».
Curiosamente, el escritor estaba en Hiroshima aquel fatídico 6 de agosto. Sin embargo, aquella mañana se encontraba en una casa lo suficientemente alejada de la explosión, algo que le salvó la vida. Pero a pesar de sobrevivir, el horror que se desató posteriormente al desastre causó tal impacto en el escritor que ya nunca más volvió a ser el mismo.

La vida de Tamiki Hara siempre estuvo marcada por la muerte: vio morir a varios de sus hermanos, a su padre y a su madre. Incluso perdió a su esposa que murió de tuberculosis unos años antes del bombardeo atómico. Para él su pérdida resultó ser amargamente dolorosa, hasta tal punto que le resultaba imposible vivir solo. Se trasladó a Hiroshima con su familia donde fue testigo de una de las tragedias más terribles de la historia de la humanidad.

Sobrevivir al bombardeo y convertirse en superviviente provocó en él la necesidad de escribir sobre lo sucedido, de dejar constancia por escrito de las imágenes de ese apocalipsis devastador y del dolor y el sufrimiento de las personas de la ciudad. Porque una catástrofe de tales magnitudes jamás debe caer en el olvido.

«Preludio a la aniquilación» describe a una Hiroshima relativamente a salvo de los bombardeos. Aunque no es atacada brutalmente como en Tokio o en Osaka, sí que se respira un ambiente de peligro y tensión constantes, de evacuaciones y alarmas antiaéreas. Al principio del relato, se describe en una especie de sueño premonitorio una imagen que de alguna manera se anticipa a lo que más adelante sucederá: la aniquilación de la ciudad y sus habitantes.

Mas, de pronto, afloró en su interior un escalofrío que fue incapaz de controlar. En aquel momento de paz perfecta, bajo la nieve, una visión del más espeluznante apocalipsis cristalizó en su mente (pág. 19 y 20).

El segundo relato, «Flores de verano», en realidad fue el primero de los tres que fue escrito. En él se describe el momento justo en que la bomba estalla arrasando la ciudad. Un retrato que el narrador describe para acercarnos a esa sensación de desolación y de desgracia que acechaban entre las ruinas, los heridos y los muertos.

«De las ruinas» es el relato que le sigue cronológicamente al anterior. Esta vez el narrador nos hace partícipes de la desgracia que siguió a los días y meses más tarde de la detonación: personas que acaban sucumbiendo a la muerte por sus graves heridas y por la exposición a la radiación, la incineración de los cadáveres que se van acumulando por doquier, la búsqueda de familiares y amigos desaparecidos, etc.

Al cruzar el puente de Sumiyoshi hasta Koi, se nos ofreció una visión panorámica de las ruinas. Bajo el sol cegador, en la plateada desolación que iluminaban sus rayos, había caminos, ríos, puentes, y también había cadáveres abotargados y enrojecidos dispersos hasta donde alcanzaba la vista. Era, sin duda, un nuevo infierno, planificado con precisión y destreza. Allí todo lo humano había sido exterminado, como si las expresiones de los rostros de los cadáveres hubieran sido sustituidas por un único molde fabricado en serie (pág. 90).

En los tres relatos se describe el horror de la guerra, así como la confusión y el caos que afloran en un desastre de tal envergadura de forma dura pero a la vez casi poética. Hara abocó en estos textos todo el dolor que ya sentía por la pérdida de su amada esposa a la que nunca olvidaría y por ese horror indescriptible del que fue testigo tras el bombardeo. Un cúmulo de sentimientos que le cohibían por dentro y que necesitaban salir y ser plasmados en el papel.

Fueron muchos los supervivientes que dejaron constancia de sus testimonios por escrito. Es lo que se conoce como genbaku bungaku o literatura de la bomba. Pero desgraciadamente, con la ocupación estadounidense en el territorio japonés, el silencio ahogó las voces de estos valiosos testimonios durante muchos años: la censura que estableció el ejército norteamericano impedía mencionar la guerra y las bombas en cualquier publicación.
Volviendo de nuevo a «Flores de verano», es un texto duro que transmite la tristeza, la agonía y la preocupación por el futuro y por las víctimas que sentía el propio escritor al escribir los relatos. La crueldad de la guerra y sus consecuencias y las víctimas que siempre son las mismas, las personas, están reflejadas en este libro.

Hasta el último momento de su vida, Tamiki Hara tuvo esas inquietudes y preocupaciones. Ya en plena guerra entre Corea y Estados Unidos, el presidente Truman amenazó con lanzar de nuevo otra bomba atómica para terminar con el conflicto. Si bien finalmente no se llegó a realizar semejante acto, la simple posibilidad de repetir el genocidio, llenó de tristeza, inquietud y melancolía el corazón de Hara que, abrumado por haber sobrevivido a un acto tan atroz como el de la bomba atómica y haber sido testigo de sus consecuencias, decidió acabar con su vida arrojándose a las vías del tren un triste 13 de marzo de 1951. En Hiroshima, cerca de la famosa Cúpula de la Bomba Atómica, hay una placa que recuerda a Tamiki Hara, donde se le puede dejar algunas flores en su memoria.

Por Iona Rivas Vives.