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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El Cărtărescu más humanista, en ‘Solenoide’

El autor crea un álter ego fracasado en la literatura en una novela que acaba de publicarse en castellano y que Marian Ochoa de Eribe, bilbaína que traduce al autor rumano desde hace ocho años, describe como “de apertura” hacia los demás

En 1977, en el Cenáculo de La Luna en el sótano de la Facultad de Letras, un joven Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) leyó el poema La Caída, que fue recibido como un poema genial y le abrió la puerta al mundo de las letras. En Solenoide (Impedimenta), la más reciente de sus obras que acaba de ser traducida y editada en castellano, su álter ego lee en ese mismo año, también en el Cenáculo de la Luna, un poema con el mismo título. Pero ahí terminan las similitudes, porque lo que para el autor fue el inicio de una exitosa carrera, para el personaje es un estrepitoso fracaso que lo ata a continuar como profesor en una escuela de un barrio pobre donde, lo describe en la primera página, los piojos son su día a día.
Así imagina Cărtărescu la que podría haber sido su vida de haber fracasado aquel primer poema, en un Bucarest fantasmal y en una casa antigua con forma de barco. Y con ello construye un libro que él mismo ha definido como una obra de madurez. Un libro “verdaderamente humanista”, en el que aparece “menos obsesionado por su propia búsqueda, su propio yo y su propia existencia” y en el que muestra una “apertura” hacia los demás y hacia “el sentimiento humano”. “En la elección entre salvarse solo o quedarse con el resto de la humanidad, el protagonista se queda con sus seres queridos; eso se justifica quizás por la madurez, un darse cuenta de que la vida es lo que es y que sólo a través del amor, la solidaridad y la compasión por los demás nos podemos salvar”.
La que habla es Marian Ochoa de Eribe, su voz en castellano desde hace ocho años, conocedora del autor y de su obra, y traductora de este Solenoide a sugerencia propia y desde Bilbao, donde trabaja además como profesora de Lengua en un instituto. “El libro era un fenómeno en Rumania, un éxito sin precedentes (…); y como había un problema con los derechos de autor de Orbitor (Cegador), que no estaban libres hasta 2017, le sugerí al editor empezar antes a trabajar con éste”, recuerda.
Así fue como se encontró en las manos con el cometido de hacer la primera traducción y edición fuera de Rumania de un libro cuya edición original abarcaba 800 páginas pero que, resalta Ochoa, afortunadamente “es muy fluido desde el punto de vista del estilo”. Lo más complejo, dice, es la estructura; aunque también ésta es “falsamente compleja”.

“Como el capullo de una rosa”
Se lo aseguró al autor cuando, tras tres meses trabajando en la traducción, coincidieron en una feria del libro. “Él me decía: ‘No te preocupes, que vas a ver que el libro es como el capullo de una rosa y que, cuando llegues a la mitad, empieza a abrirse’”, recuerda que le dijo el autor, para quien además era muy importante esta primera traducción. Porque en Rumanía, Cărtărescu es “una es-trella”, probablemente “el mejor escritor en rumano vivo y un serio candidato al Nobel”, describe Ochoa. La edición en castellano iba a mostrarle por tanto la primera “reacción en el extranjero” ante una obra con muchos niveles narrativos, numerosos planos y giros inesperados. “La pena es que ahora no puedo coger el libro con la inocencia y los ojos de un lector nuevo y dejarme atrapar”, lamenta Ochoa.
La obra tiene también mucho de Cărtărescu, que en diversas entrevistas ha confesado que todo lo que ocurre en el libro, hasta los 21 años, es él mismo: su trabajo de profesor en una “escuela miserable”, sus compañeros de trabajo, los niños a los que da clase… incluso los piojos. O los visitadores o visiones que, tal y como recordó en la presentación en Madrid, sufrió durante varios años a consecuencia de unas descargas sufridas con unos electrodos”, explica Ochoa.

Obsesión por los libros
También la obsesión por los libros del protagonista de Solenoide, que lo llevó al borde de la esquizofrenia cuando era un adolescente, es Cărtărescu. “Leía ocho horas al día, daba vueltas y más vueltas en la cama, bajo una sábana empapada de sudor”, describe su álter ego. Hasta que fue llamado a filas en la mili.
Ochoa, que le ha acompaña-do en multitud de entrevistas, recuerda que el propio Cărtărescu reconoce que en su litera-tura siempre habla de sí mismo, de su infancia, de su adolescencia y de la relación con sus padres. También de un Bucarest “interior”, una ciudad que en Solenoide imagina construida en ruinas y que es una imagen recurrente en sus obras, con “paredes ciegas de casas en ruinas” o gárgolas descascarilladas.
Con todo ello, la novela plantea una realidad alternativa en la que ha abandonado la literatura, pero en la que no deja de escribir. Y como su personaje, también el autor escribe cuidadosamente un diario –publicado en Suecia y un éxito de ventas–, que además considera “su gran libro” y “el tronco de su literatura”, dice Ochoa. Sólo que, además, antes de ir a la universidad a impartir sus clases, dedica dos horas al día a escribir, a mano, en los cuadernos en que después entrega a la editorial sus obras literarias. Así ha escrito libros como Nostalgia, que reúne relatos como El Ruletista, y el proyecto Cegador (1996-2007), una trilogía que Ochoa y la editorial Impedimenta están trabajando en recuperar y cuya primera entrega verá la luz en otoño de 2018.

Ocho años traduciendo a Cărtărescu
Marian Ochoa de Eribe llegó a Rumanía por casualidad, cuando tras estudiar Filología Hispánica y acabar la tesis doctoral en la Universidad de Deusto optó a una plaza de lectorado en el extranjero y le asignaron Constanza; allí, pronto se enamoró del país y aprendió el idioma. De regreso a Bilbao, asentada ya en la docencia en institutos, decidió explorar el terreno de la traducción del rumano al castellano. Por consejo de un amigo, preparó varios textos que envió a distintas editoriales. Ni un mes tardó la editorial Pretextos en llamarla.
El primer autor al que tradujo fue Panait Istrati. Poco después llegarían Mircea Eliade, en Impedimenta, y Cărtărescu. Desde que empezó a trabajar con los textos del autor han pasado ocho años. Los primeros.
Para la primavera está preparando una Antología que recoge 85 poemas seleccionados por Cărtărescu, y para otoño prepara la primera entrega de la trilogía Órbitor (Cegador). El trabajo de estos años, al que dedica una meticulosidad que reconoce que puede permitirse por el hecho “no comer de ello”, le ha dado la práctica suficiente para acercarse a los textos y encontrar “atajos” para traducir.
Jamás consulta dudas al autor, excepto cuestiones muy especiales. Y entre ellas recuerda una anécdota que han contado juntos en encuentros con lectores, sobre una de las historias incluidas en Nostalgia, titulada El Mendébil. Creyendo que era un juego de palabras, Ochoa le consultó cómo prefería traducirlo. “Me contestó que el título de esa historia era una anécdota muy curiosa que se remonta al Mundial de México, cuando un árbitro llamado Ortiz de Mendibil pitó un penalti en contra de Rumania que los dejó fuera del Mundial; desde entonces, un apellido tan vasco como Mendibil se convirtió, con la versión rumana de pronunciación, en un insulto de los chavales para llamarse tontos”, recuerda.

Beatriz Rucabado