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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El crimen perfecto: «La musa oscura» de Armin Öhri

¿Existe el crimen perfecto? Sin duda. El escritor de Liechtenstein presenta la primera entrega de una serie policíaca ambientada en el Berlín decimonónico que le sirve para mostrar lo peor de la condición humana y de paso regalarnos una novela inteligente y bien hecha.

No creo que sorprenda a nadie cuando digo algo bien sabido como que un alto porcentaje de las series, programas documentales y películas que vemos están ambientadas en ese género que entre los siglos XVIII y XX fue catalogado como «subliteratura». Hablo de la novela detectivesca o policíaca, y salvo grandes excepciones como Sherlock —interpretada por Benedict Cumberbatch—, Elementary —con Jonny Lee Miller en el papel del detective— y otras más antiguas como Colombo —Peter Falk—, Se ha escrito un crimen —Ángela Lansbury—, Diagnóstico: asesinato —Dick Van Dyke— o Monk —Tony Shalhoub—, todas ellas más fieles a la escuela inglesa de novela policíaca que consistía en resolver el caso encajando las piezas de un puzle, la forma de investigar en la mayoría de las series de televisión o en las películas no se basa únicamente en la deducción lógica, en la persecución de una pista hasta su resolución y en la deducción de los acontecimientos utilizando en ocasiones la teoría de la navaja de Ockham, sino que para ello se hace uso de grandes fuegos de artificios como tiroteos, explosiones, secuestros, persecuciones y un largo etcétera que suele relacionarse más con series como Alerta Cobra, MacGiver, El equipo A y otras tantas del estilo.

Os cuento todo esto porque cuando terminé de leer La musa oscura del escritor liechtensteiniano Armin Öhri comprendí por qué en le otorgaron el premio European Union Prize for Literature en 2014. Con un lenguaje narrativo actual, pero tratando al mismo tiempo de imitar las antiguas formas de escritura de la segunda mitad del siglo XIX, Öhri decide «viajar» con la historia de la muerte de la humilde Lene Kulm y de su asesino Botho Boltz a una época en la que todavía no se sabía nada de la ciencia forense.

La primera institución policial de la que se tiene constancia fue la de Prusia —creada en 1822—, por lo que si el crimen de La musa oscura se comete en 1865, podéis imaginar, dicho mal y pronto, el papelón que le cae encima al comisario de la brigada criminal Gideon Horlitz, mucho más cuando el comisario Moritz Bissing —quien debía encargarse del caso— decide que no puede hacerlo por la amistad que le une al profesor Boltz y supuesto asesino.

Öhri enmarca su historia en un contexto histórico real, y reúne a lo largo de la novela todas las pinceladas propias del género surgidas durante los siglos de la razón. Es gracias a sus dotes de observación, su experiencia con la sociedad de la época y su lógica básica por lo que el dibujante Julius Bentheim es el verdadero protagonista de la novela; y sin ser un detective al estilo de los personajes de Agatha Christie o G. K. Chesterton, comienza a unir los cabos de lo que será un crimen «casi» perfecto.

Si os estáis preguntando qué es lo que pinta un dibujante investigando un crimen, la respuesta la obtendréis al tercer o cuarto capítulo: es el dibujante del juicio de Botho Boltz. Es el quien presta atención a las expresiones del acusado, quien dibuja el escenario del crimen con todo detalle y el que experimenta de primera mano las presiones de una sociedad en crisis. La primera pista la encuentra prácticamente sin pensar mucho en ella: ¿qué hacía una persona de alta posición social como el profesor universitario Boltz viviendo en una de las peores zonas de la ciudad, donde su vecina Lene Kulm tenía que soportar el maltrato de su marido, un trabajo en un matadero y además prostituirse durante las largas y heladas noches germanas para poder llevar algo de comida a casa?

Para poner la guinda a la historia, Armin Öhri recurre a aquello que terminó por darle predominancia e importancia a la novela policíaca y detectivesca de finales del siglo XIX: el asesinato de la señora Kulm como medio para criticar las condiciones de una sociedad desigual, plagada de miseria, hambre y muerte, que inquietantemente puede mostrar ecos de la sociedad de hoy en día. Explica para ello las reuniones que tiene el bueno de Bentheim para poder continuar en su trabajo como dibujante vinculándose con gente de la alta sociedad y la forma en la que las férreas tradiciones prusio-germanas le impiden disfrutar de una vida en libertad con su amada Filine, hija del pastor Sternberg.

En definitiva, La musa oscura es una novela especialmente interesante —primera entrega de una serie de casos acontecidos durante el año 1865— no solo porque la investigación llevada a cabo durante todo el juicio al profesor Botho Boltz esté matizada con fascinantes descubrimientos y detalles a tener muy en cuenta para tratar de averiguarlos antes de que el escritor nos los revele —y averiguar si estos terminan por enjaular a la bestia de Boltz—, sino porque hay una sorpresa final que nos muestra mucho sobre la sociedad más pudiente de aquellos tiempos, esa que está dispuesta a cruzar cualquier límite en busca del reconocimiento de sus iguales sin importarles mucho las personas de otros estamentos sociales.

Antes de acabar esta reseña me gustaría dedicar unas palabras a la traductora Paula Aguiriano Aizpurua, que para mi gusto —no sé alemán, por lo que mi opinión es parcial— ha hecho un trabajo excelente. No he tenido momento de confusión alguno a la hora de bailar el vals de la lectura, ya fuese con términos extraños o con escenas complejas. Ha sabido centrar la atención precisamente donde se debe de centrar, en la narración y no en problemas de coherencia y cohesión. También mencionar la esmerada edición —como suele ser lo habitual— de Impedimenta, ya que no he encontrado ni una sola errata en todo el libro, siendo especialista en tratar sus libros con un mimo digno de elogio, no solo en contenido, sino también en el aspecto físico: véase la portada interior y la sobrecubierta, además de todas esas notas históricas al final del libro. Doblemente gracias por no revelar nada en la sinopsis, muchas editoriales deberían dar cursillos intensivos al respecto.