cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«El Jardín de los Suplicios», en Solidaridad Digital

«El libro contiene páginas sobre la corrupción política que resultan de una actualidad pasmosa».

Las editoriales, sobre todo las independientes, se esfuerzan por satisfacer a los lectores más exquisitos. Es el caso de Impedimenta, cuyo catálogo haría las delicias de cualquier paladar. Una de sus últimas publicaciones es ‘El Jardín de los Suplicios’, un tremendo texto de Octave Mirbeau que conmocionó a sus coetáneos por su cariz erótico y que, hoy en día, más de cien años después, sigue cautivando y sobrecogiendo al lector. Lluís María Todo, el traductor de esta singular pieza, nos adentra de lleno en ella.

¿Fue complicado traducir la novela?

Fue enormemente agradable, y sí, también muy complicado, y debo decir que la mayoría de las dificultades que presenta la traducción de este libro pertenece a ese tipo de dificultades que suponen para el traductor mucho trabajo y poco lucimiento: me refiero a las dificultades de léxico. El protagonista aparece como un experto en botánica y, la última parte de la novela, la que tiene como escenario el famoso jardín, está llena de nombres extraños de plantas y flores, algunos de ellos muy difíciles de identificar.

¿Qué destacaría del estilo de Mirbeau?
Mirbeau pertenece a la gran escuela de la mejor prosa francesa posterior a Flaubert, cuando la novela asume su condición de obra de arte y se impone un rigor estilístico que anteriormente sólo se había exigido a la poesía o a la prosa poética. Pero Mirbeau no es un estilista que violente la lengua y la gramática como hizo Flaubert. Su prosa fluye natural y bien trabada, muy expresiva y a la vez contenida, y eso creo que remite a lo que Barthes llamaba “el estilo”, es algo que procede de la naturaleza individual del escritor, algo no aprendido sino espontáneo. Mirbeau es un prosista nato, con un gusto infalible para los periodos, los ritmos, las cadencias.

Es curioso porque al leer otros libros que en su momento causaron estupor por lo erótico, hoy en día se convierten en cándidos. En cambio este, mantiene esa pulsación con una fuerza tremenda. ¿A qué cree que se debe?
Le confesaré una cosa: cuando estaba traduciendo la horrenda y larguísima escena del penal, con las señoras que van a dar de comer a los presos, tuve que dosificar con cuidado las sesiones de trabajo, porque si traducía mucho rato seguido, llegaba a sentirme mal, físicamente mal. En este aspecto, Mirbeau es un discípulo directo del marqués de Sade, uno de los pocos que tuvo, pero con una diferencia importante: Sade describe tormentos y suplicios con regodeo, y los justifica filosóficamente, mientras que Mirbeau no deja de manifestar el horror físico y moral que siente su personaje narrador ante las torturas y la sangre. Supongo que eso es lo que se trasmite al lector: el horror del narrador, contrastado con el deleite con que el personaje femenino, Clara, disfruta del sufrimiento ajeno.

¿Qué es lo que más le gustó de El Jardín de los suplicios?
Me encantó el aspecto de novela de amour fou que tiene el libro, con ese personaje narrador, inteligente y cínico, que cae como una mosca en la telaraña de Clara, una mujer fascinante, fuerte y débil a la vez, dominante y sumisa, tierna y maléfica. En la primera parte, predomina la ideología, es decir, la crítica a la corrupción, el racismo y el colonialismo; en la segunda, la corrupción y el colonialismo se ven cínica e ingenuamente encarnados en Clara, que los exhibe y sublima con su personalidad fascinante y perversa. Lo que era ideología se hace carne y habita entre nosotros, es una operación intelectual de alto riesgo y de una gran altura literaria.

¿Qué distingue este libro de otros de su época, de otros de su autor?
De otras obras de su autor, se distingue sobre todo por ese aspecto sadiano y sádico, que no recuerdo haber encontrado en ninguna otra novela de Mirbeau. En cuanto a la época, 1899, nos hallamos en pleno affaire Dreyfuss, el proceso en el que se acusó de traición a un oficial simplemente por ser judío; por otra parte, estamos también en plena estética modernista y decadente. El libro de Mirbeau, que era anarquista, se distingue por la fuerza, el descaro de su denuncia de la corrupta Tercera República francesa, y por ser totalmente ajeno a las delicuescencias simbolistas y post-románticas.

Convenza al lector para que lea el libro. ¿Qué le diría?
Pues que contiene páginas sobre la corrupción política que resultan de una actualidad pasmosa (desgraciadamente, claro), que es una obra en la que la inteligencia crítica y la imaginación artística se combinan magistralmente, y también que es una lección magnífica de buen estilo.

Por Esther Peñas