cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«El ojo castaño de nuestro amor», Mircea Cartarescu

Epigramas y retruécanos golpean a diestro y siniestro al lector, que se abandona con placer a una tunda de imágenes e ideas completamente originales y contundentes.

“Después de que el sol se apague y la galaxia se desintegre y se produzca la muerte térmica del universo infinito, ¿volverá a recitar alguien siquiera dos versos, con ritmo elegíaco, sobre los rizos de las damas elegantes y sus cajitas de marfil?” (“Pontus Axeinos”). Regresa el autor de Nostalgia (1993; Impedimenta, 2012) con en El ojo castaño de nuestro amor (Impedimenta, 2016. Traducción de Marian Ochoa de Eribe), donde el poeta, narrador y crítico literario rumano Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1954) consigue codificar la memoria, la sátira, la fantasía y la especulación cuasi mística. Sus narraciones modernistas renuncian a la trama en favor de las ideas, el estilo, y, en este caso, los múltiples puntos de vista, todos ellos alucinados, de la contemporaneidad.

Epigramas y retruécanos golpean a diestro y siniestro al lector, que se abandona con placer a una tunda de imágenes e ideas completamente originales y contundentes. En “Un escritor”, por ejemplo, el autor de Lulu (1994; Impedimenta, 2011) se pregunta: “¿Por qué las inmensas bibliotecas de Occidente descansan sobre los hombros de dos hombres que no dejaron escritos a su paso, Sócrates y Jesús?”. En el relato que da título a la colección, que podría aplicarse a cualquiera de los gobiernos corruptos y las corporaciones sin escrúpulos que existen, se cuenta: “En sus recursos por ministerios y bufetes de abogados aparecieron unos personajes que les aconsejaron callar. Sus desesperadas cartas a las autoridades que gobernaban entonces el país no obtuvieron respuesta. A Victoraş se lo tragó la tierra miserable de unos tiempos terribles”.

Los cuentos “La época del nes” y “La ruina de una utopía” promulgan la empatía. Sus protagonistas son, por una parte, un drogadicto cuya comprensión de la realidad es totalmente lógica, pero aterradoramente tenue, y por otra, un lector que, de lleno en su lectura, no tiene ni idea de lo que está pasando (“El drama de mi vida empezó después, cuando en vez del Libro me vi obligado a vivir la realidad”). La conspiración, la paranoia y la búsqueda del enemigo perfecto se cuentan entre sus temas recurrentes. No es de extrañar en un escritor de la clase trabajadora de Bucarest que alcanzó la mayoría de edad en el apogeo de la dictadura de Nicolae Ceaușescu y su omnipresente agencia de inteligencia, la Securitate: “El mundo parecía estancado en lo sórdido y lo previsible. El comunismo era la realidad. Todo lo demás eran fantasmagorías de película americana” (“Los años robados”).

Las epifanías tienen lugar, casi invariablemente, en el hogar familiar, lo que permite al autor de Las Bellas Extranjeras (2010; Impedimenta, 2013) esbozar una teoría de la unicidad. Tras de sus fantasías delirantes, de sus largos pasajes cuasi-ininteligibles, los cuentos de El ojo… regresan a tierra firme para esbozar los efectos de una (mala) educación en Bucarest y sus (d)efectos (de)formativos. La enfermedad y la soledad nos repliegan en nosotros mismos. La memoria, sin embargo, puede ayudarnos a construir mundos. A partir de ese pasado – que se extiende hacia atrás para abarcar toda la historia humana – Cărtărescu logra un puñado de relatos de intensidad visionaria.