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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«El ruletista» – Mircea Cartarescu

Un relato construido con la precisión milimétrica de un revolver y con el áurea de misterio que envuelve a éste: no querer tocar pero no poder dejar de mirar.

Un instante detenido. El índice en el gatillo, el cañón en la sien. Las miradas fijas, el aliento contenido. La multitud expectante, anhelante. El dedo finalmente se mueve, presiona. La noria de la vida arranca a girar y reparte suerte. Un breve momento en el que vida y muerte se cruzan; nada hace sentir más intensamente la vida que la inminencia de la muerte. Quién salga vencedora no importa. Importan las sensaciones, la exaltación creada, todo aquello que tras diluirse en nuestros oídos el sonido de la detonación permanece en nosotros; importa ser testigos del surgimiento de una leyenda, aquella que nos permita soñar que es posible lograr la anhelada inmortalidad.

Una breve historia, poco más de una hora de lectura. Cautivadora, fascinante. Una atmósfera que nos envuelve como un sueño pero que se nos antoja real. La mirada fija (en el papel, esta vez), el aliento nuevamente contenido. Un relato construido con la precisión milimétrica de un revolver y con el áurea de misterio que envuelve a éste: no querer tocar pero no poder dejar de mirar. Y llega la última página, se aprieta por fin el gatillo. Pero la historia no muere, no se va, sigue ahí; ni un cargador enteramente cargado y disparado podría acabar con ella. Hay historias y personajes que son inmortales, como lo serán sus autores; también aquellos que se erigen en sus narradores conseguirán aferrarse a la inmortalidad.

«Me contaron (y más adelante pude convencerme por mí mismo) que cada una de las veces, en su rostro torturado, de frente estrechísima, asomaba una abrumadora expresión de espanto, un pánico animal que resultaba insoportable para los espectadores. Era como si ese miedo reduplicara su suerte y le ayudara a escapar con vida. Su tensión emocional llegaba al punto culminante cuando apretaba bruscamente el gatillo con los ojos cerrados y una mueca sarcástica en los labios. Se oía un breve clic e, inmediatamente después, su cuerpo de huesos pesados caía blandamente al suelo, desmayado pero ileso.»

El ruletista es la historia de un hombre que, cual desecho social, encuentra su fortuna arriesgando su vida en sesiones de ruleta rusa. Su historia nos la cuenta un anciano escritor que combate la muerte o, como él mismo gusta decir, «el gemelo negro que nació junto con él», a golpe de escritura. Le conoce de niño y en sus años de juventud, y se reencontrará con él cuando la inaudita suerte que le acompaña está empezando a convertirlo en leyenda.

Mircea Cărtărescu crea con esta obra una genialidad. Juega a la gran literatura y sale victorioso y triunfante, recreando un ambiente y produciendo en el lector unas sensaciones tan auténticas que es capaz de olvidar que está leyendo una obra de ficción. La absorción que produce es tal que, paradójicamente, es el anciano narrador asegurándonos que el ruletista existió de verdad el único que consigue rebajar la intensidad, si bien sus circunloquios no tienen ningún desperdicio. Nos convertimos en un espectador más, bajamos a esos locales clandestinos, apostamos, buscamos en el goce de la contemplación de la muerte la celebración de la vida.

«Por mi parte, siempre me ha estremecido el deseo femenino de acercarse a la muerte, su fascinación por los hombres que huelen a pólvora de forma casi metafísica. El increíble éxito que tenía entre las mujeres aquel chimpancé estúpido y apergaminado que de vez en cuando ponía en peligro su propia vida, debía de tener su origen ahí. Creo que aquellas mujeres nunca habrían amado con más pasión que después de haber asistido a su muerte: habrían llegado a casa con sus amantes y se habrían arrancado los vestidos ensangrentados, manchados de pegotes de una sustancia cenicienta y de líquido ocular.»

Este relato, editado en esta ocasión independientemente, abre la colección de cuentos El sueño publicada por Cărtărescu en 1989. Se trata de una serie de historias interrelacionadas, sin embargo, El ruletista no superó el control de la censura comunista y hasta 1993 no se pudo publicar el volumen completo, aunque, en esa ocasión, bajo el título de Nostalgia, título que también recoge el catálogo de Impedimenta.

Mircea Cărtărescu está considerado el máximo exponente de la literatura rumana contemporánea. Éste ha sido mi primer encuentro con él y probablemente no será el último. La literatura rumana también es una gran desconocida para mí; Rumanía, en general, es un país sobre el que tengo bastantes lagunas aun siendo la misma Europa. Cosas que se me han ido ocurriendo mientras leía el prólogo de Marian Ochoa de Eribe (también traductora) que precede a este relato. El mismo relato, aparte del disfrute que nos proporciona, da también que pensar. Ficción-realidad, vida-muerte y sus difusos límites. El nacimiento y la muerte son caras de una misma moneda y no tan diferentes. Que nos conduzcan a la luz o a la oscuridad no sé si depende únicamente de nosotros. Menos mal que existe la buena literatura para alumbrarnos y que mientras sea leída será inmortal.

«Esta noche, acurrucado bajo mi edredón, he tenido una especie de visión. Acababa de nacer de un vientre alargado, sangriento, indeciblemente obsceno, que me había expulsado con un movimiento rotatorio. A una velocidad infinita, dejando atrás restos de lágrimas, linfa y sangre, me adentraba en la oscuridad.»