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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

En la piel de H.G. Wells

Fue Vladimir Nabokov experto en definirse más por lo que despreciaba que por lo que adoraba quien consideraba a las «biographies romancées» como «de lejos la peor clase de literatura jamás inventada». Y añadía «odiar el manoseo de las preciosas vidas de…

Fue Vladimir Nabokov experto en definirse más por lo que despreciaba que por lo que adoraba quien consideraba a las «biographies romancées» como «de lejos la peor clase de literatura jamás inventada». Y añadía «odiar el manoseo de las preciosas vidas de los escritores» como si se tratase del «crujido de faldas y de las risitas por los corredores del tiempo» para concluir con que «la literatura es invención. La ficción es ficción. Calificar un relato de historia verídica es un insulto al arte y a la verdad>>.
Aún a sí seamos piadosos puede también afirmarse que la biografía novelada o las novelas biográficas siempre nos han dado alegrías cómodas y no muy arriesgadas en lo formal (aquí el Gauguin falsificado por Maugham, el Miguel Ángel de lrving Stone) pero, también, varios experimentos muy logrados como El loro de Flaubert de Barnes, Las horas de Cunningham o, recientemente, Lincoln en el Bardo de Saunders.
Aquí y ahora, David Lodge (Londres, 1935) se entromete en la vida del padre de la ciencia-ficción moderna y muy visible hombre de su tiempo H.G. Wells (1866-1946). Y lo hace con modales mixtos. Por un lado no se apoya en el estante obvio de padre de la ciencia ficción optando por su perfil un tanto menos conocido de feminista extremo (seductor sin pausa y sexmachine a tiempo completo; por aquí entran y salen entre otras Rebecca West, quien lo consideró «un jaguar en la cama», Elizabeth van Anrim. Dorothy Richardson, Amber Reeves y que pase la que sigue incluyendo a varias vírgenes mucho más jóvenes que él).
Por otro lardo, Lodge propone algo que no es del todo biografía ni tampoco novela. Nabokov (que también hizo de las suyas con Gogol) tal vez la hubiese odiado. pero lo cierto es que Lodge (quien ya había explorado este territorio en ¡El autor! ¡El autor! orbitando alrededor de la figura aquí figurante de Henry James, gran amigo del entonces best-seller Wells pero, también, su víctima cuando le parodió cruelmente su impopular grand style en la novela Boon y definir lo de El Maestro como lo de «un hipopótamo intentando recoger un guisante en un rincón de su estudio» o como «una iglesia con todas las luces encendidas pero vacía de fieles y en su altar, reverentemente, dispuesto, un gato muerto, una cáscara de huevo, y un pedazo de cordel») lo hace bien y con gracia y con ligera e informativa elegancia.

Las mujeres, paradójicamente, a la hora de contar un a vida real, cuesta más -no es tarea sencilla ficcionalizar la no-ficción o viceversa- incorporar los fríos hechos a una funcional narración que optar por lo vanguardista. Así, aquí, Lodge inventa (entrevistas, cartas, situaciones, conversaciones, pensamientos de un Wells en el crepúsculo pero de radiante memoria), pero lo hace con realismo. Y, sí, acaba revelando a un escritor en tiempos en que los escritores importaban y escandalizaban.
Se sabe que en su Experiment in Autobiography de 1934, el propio Wells ya tuvo claro que «la historia de mis relaciones con las mujeres es principalmente una historia de codicia, tonterías, y grandes expectativas». En lo que hace a su obra, allí sigue y seguirá: adorada por millones de fieles que incluyeron a un tal Vladimir Nabokov, quien lo consideraba «un gran artista» muy por encima de un tal Henry James.

RODRIGO FRESÁN