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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Estrómboli

Estrómboli es un libro de relatos completo, interesante en su planteamiento y en su resolución, que se suma a una trayectoria literaria cada vez más firme que no tiene más que demostrar.

Entre las falsas ansiedades que todo lector es capaz de auto provocarse sin remedio, está el saber que un escritor que le gusta está a punto de publicar un nuevo libro. Empieza entonces una cuenta atrás hasta la fecha en cuestión, fecha que suele modificarse, retrasarse o posponerse más de una vez, ya sea por causa de la editorial o de la distribución. Esa ansiedad es la que me acomete al saber que se va a publicar una nueva obra de Jon Bilbao, más acuciante si cabe cuando se trata de una compilación de relatos, como sucede en este caso con Estrómboli.

Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) acumula ya una interesante obra a sus espaldas, con los libros de cuentos Como una historia de terror (2008, Premio Ojo Crítico de Narrativa), Bajo el influjo del cometa (2010, Premio Tigre Juan y Premio Euskadi de Literatura) y Física familiar (2014), y las novelas El hermano de las moscas (Salto de Página, 2008), Padres, hijos y primates (Salto de Página, 2011; IV Premio «Otras Voces, Otros Ámbitos») y Shakespeare y la ballena blanca (Tusquets, 2013), sin tener en cuenta las numerosas antologías y revistas en las que ha participado.

Estrómboli —el título se corresponde al del relato que cierra la colección— es un compendio de ocho relatos de temática argumental variada, con localizaciones que van desde los Estados Unidos al País Vasco, pasando por Nueva Zelanda. Pero son más las similitudes que las diferencias que guardan estas historias, los lazos que los unen hasta crear un conjunto cerrado a partir de elementos aparentemente dispersos.

Uno de los elementos comunes es la presencia de una dualidad no intencionada. Todas las escenas relevantes tienen a dos personajes como punta de lanza, del mismo modo en que sucede en una obra de teatro. Mientras el resto de personajes están a la espera del momento en que entra su frase, hay dos que mantienen la acción y sobresalen sobre los que están en un discreto segundo plano. Esta situación tiene algo de artificial, como si Bilbao dispusiera de un foco sobre la imagen y lo fuera desplazando de un lugar a otro, sacando a personajes e introduciendo otros, de forma que el haz de luz no pueda tener más de dos elementos bajo su circunferencia.

También destaca, sobre todo en los tres primeros relatos, a mi gusto los más brillantes y completos, un cierto homenaje a los clásicos americanos del siglo XX, que me traen a la memoria al Rock Spring de Ford o a Trilobites de Breeze D’j Pancake. El estilo es puramente narrativo, muy limpio en su concepción, muy trabajado, donde no se advierten, aunque se intuyen, las horas de trabajo escondido bajo una prosa simple en apariencia, el tiempo de revisón tras revisión tras revisión hasta dar como resultado un texto muy pulido. La estructura formal de todas las historias está articulada alrededor de la técnica in media res, partiendo desde un punto ya avanzado en la historia, en ocasiones anterior al nudo culmen de la historia, otras veces posterior ya a la trama narrada, desde donde se descubre, por medio de recuerdos de los protagonistas y diálogos entre los personajes, lo que ha sucedido para llegar hasta ese punto.

Los relatos de Estrómboli parten de una situación cotidiana, habitual donde, en un punto, se introduce un elemento disruptivo que difumina y emborrona la escena, como piedra que agita el lodo del fondo de una charca, y la acción se pasa a un lado más oscuro, lleno de incertidumbre, donde el final se intuye pero no se explica, algo a lo que nos tiene acostumbrados Jon Bilbao tanto en novelas como en relatos. Así, la lectura se hace imparable, ininterrumpida, a pesar de que discurre con calma. Es impensable posponer el desenlace, con un lector atraído por la luz —o, más bien, por la oscuridad, a tenor de la sordidez que desprenden algunos de los textos—.

De Jon Bilbao decía hace bien poco lo siguiente Alberto Olmos —tan agudo a veces como polémico otras, que enfada o es ensalzado según dónde quiera clavar el banderín esa semana— (el artículo completo puedes leerlo aqui):

Pues son el éxito. Tanto Jon Bilbao como Óscar Esquivias están levantado una obra que podrá ser leída con respeto dentro de cien años, cuando todas esas obras que hoy ocupan librerías y papelajos estén siendo destruidas por sus herederos para limpiar el buen nombre de sus familias.

Aún no he leído a Óscar Esquivias —acepto comentarios tanto a favor como en contra de si recomendáis su lectura o no— pero coincido en su opinión sobre Jon Bilbao. Sin embargo, parece que su nombre no termina de sonar salvo en algunos círculos, algo que, no sin pena, creo que puede deberse a una prosa sencilla, carente de grandes frases filosóficas, de afirmaciones contundentes que, sin embargo, esconde una enorme profundidad no siempre evidente en una primera lectura. Algo que en principio debiera ser un punto a favor, un texto al alcance de casi cualquier lector, que coquetea con distintos géneros hasta crear uno propio, se convierte en algo negativo para lograr el reconocimiento que merece.

Tras la lectura de la primera historia me queda también una duda, no por ridícula —por saber cuál es para mí la respuesta adecuada— menos trascendente: en una sociedad que no admite salidas de tono, irregularidades que dejen de lado la más absoluta corrección social, que obliga a mantener unos criterios predefinidos ante el racismo o la igualdad de género, ¿se permitirán en un futuro finales tan duros, tan violentos como el que ilustra la primera historia, o tendremos que asistir a un ejercicio de censura que abarque también la ficción?

Estrómboli es un libro de relatos completo, interesante en su planteamiento y en su resolución, que se suma a una trayectoria literaria cada vez más firme que no tiene más que demostrar.

PATRICIA MILLÁN