cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Experiencias paralelas

El hijo novelista descubre que su padre escribe novelas, que no es quien siempre ha creído que era; y así se evidencia una identidad oculta, un origen ignoto, una experiencia paralela que emana de lo extraño, de esa extranjería que se porta a lo largo de una vida y que permite a Berti facturar una obra sincera y fascinante.

HURGAR EN LOS ESTRATOS DE LA GENEALOGOEA es una de esas actividades que hechizan como el canto de una sirena. El origen de una familia, sus pabellones inexplorados en el laberinto de la existencia, las sorpresas que depara el tiempo transcurrido y que pueden determinar el porvenir: una faena titánica y fascinante que muy pocos se atreven a emprender por miedo a encontrarse a sí mismos en lugares insospechados o tenebrosos, insólitos y, sin embargo, inevitables. El argentino Eduardo Berti se sumerge en su propia historia y lo que descubre inspira este libro extraordinario, íntimo y, a la vez, universal: el sentido de lo extraño y del esfuerzo contradictorio por conservar y alterar la identidad.

Un padre extranjero es un libro peculiar pues ofrece una mezcla de relatos planteados además desde diferentes puntos de vista. La narración autobiográfica se nutre de la peripecia existencial del padre, exiliado rumano en Buenos Aires, y todo ello a su vez da sentido a la investigación que Berti emprende sobre la rutina de otro exiliado, Joseph (Jozef) Conrad, en Inglaterra.

Son tres historias que confluyen en un curso narrativo común que soporta el discurso sobre la identidad y sus conceptos paralelos de patria, familia, personalidad que constituye la espina dorsal de esta obra insólita y reveladora que cautiva la atención durante toda su extensión, creando una expectativa que finalmentese satisface con creces.

Berti estructura el libro en tres movimientos que se van repitiendo en diferentes variaciones. «Cementerio Club», que oficia de prólogo y epílogo, con el recuerdo como sustento argumental; «Pent Farm», dedicado a las
tribulaciones de la familia Conrad y a los esfuerzos de Berti por obtener la información precisa sobre las mismas; y «El Derumbe», que reúne los extractos de la novela que el padre escribe a escondidas y que finalmente llega a manos del hijo.

Berti narra así los avatares de la existencia del escritor, los que lo son y ejercen de ello -Berti y Jozef- y los que quieren, creen o pretenden serlo -el padre-; indaga en sí mismo y en los demás en busca de los motivos que les impelen a empuñar la pluma y verter sobre el papel cientos de palabras que sólo adquieren sentido cuando son leídas por alguien. Y ese alguien no siempre es capaz de entenderlas o bien las entiende demasiado bien.

Es el caso de Meen, un tipo ofendido por la similitud que cree detectar entre él y uno de los personajes de un cuento de Jozef, y decide viajar hasta el pueblo donde reside el escritor para matarlo. O la información que proporciona a Berti el manuscrito de su padre, convirtiéndole en un poliexiliado: bonaerense que reside en Madrid después de pasar varios años en París, para luego instalarse en Burdeos, siendo como es de origen rumano. Y esa condición de expatriado es la que le acerca a Conrad, polaco instalado en un pueblo de la región de Kent, en aquella Inglaterra decimonónica cargada de literatura.

Pues de eso va esta obra, del poder de la literatura como modo de expresión y vehículo de salvación, refugio de melancólicos y apátridas que proporciona una identidad negada por circunstancias incontrolables e inmarcesibles: “me agradaba la noción de que la patria de un escritor es su idioma natal. Hoy, con más veteranía como extranjero, prefiero la idea de que el verdadero país de un escritor está en sus libros: los que ha leído o desea leer (su biblioteca), los que ha escrito o sueña escribir (algunos llaman a eso su obra)”.

No piense el lector que va a encontrar aquí un ejercicio de cínica nostalgia como suele suceder en ciertas obras autobiográficas; al contrario, lo que Berti logra con este magnífico libro es transmitir la sensación de desconcierto, de provisionalidad que reside en la ignorancia de la verdad del origen. Plantea con un estilo tan personal como depurado el enigma del reconocimiento, de esa verdad esencial que se acepta como absoluta cuando en realidad depende del frágil soporte de un relato ajeno. Y logra inocular el veneno de la duda, mientras se lee con placer el relato de unas insospechadas vidas paralelas.