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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Fernando San Basilio: «Mi único compromiso es con la verdad literaria»

Un poco hastiado de que digan de él, tras publicar obras como Mi gran novela sobre la vaguada y El joven vendedor y el estilo de vida fluido, que lograba «convertir lo local en universal», Fernando San Basilio (Madrid, 1970), se propone en su última novela justo lo contrario. Hablamos de Crónicas de la Era K-Pop (Impedimenta), y donde el escritor refleja su experiencia en Corea del Sur.

«Entre 2011 y 2013 pasé temporadas sueltas allí, y la última vez fueron tres meses», recuerda San Basilio. Me llamó la atención que una de cada tres cafeterías era de estilo occidental, y me pareció suficiente excusa para edificar una ficción». La burbuja de las franquicias es el pretexto que toma este madrileño –muy vinculado a Sevilla, donde residió algún tiempo– para desplegar una excéntrica galería de personajes, con las tensiones con el vecino del Norte como telón de fondo.

«Mezclo personajes que he conocido con otros inventados», comenta el autor, convencido de que no hay nada más digno de atención que la gente corriente. «En Burundi sería mucho más interesante entrevistar a un taxista que al Ministro de Economía». Samba, como le conocen sus amigos, sabe que podría haber hecho una crónica personal, pero se decantó por la novela «por mi dependencia de la ficción o mi escaso compromiso con la verdad evidente y manifiesta», dice. «Mi único compromiso es con la verdad literaria, y eso de que todo es novelable lo llevo a las últimas consecuencias. Cualquier periódico puede leerse hoy como ficción, lo cual no quiere decir que sea mentira. Además, ¿qué coño le importa a la gente mi experiencia? La ficción es muy útil, es una manera de acercarse al mundo», agrega.

Sobre el mundo de los cafés que sirve como escenario de su novela, San Basilio comenta que «si te das cuenta, los starbucks y demás franquicias no son cafés de encontrarse, sino que brindan otras cosas, un cierto aire de modernidad, donde prevalece una serie de ideas como fuerza, clase, estilo, prestigio, confort y felicidad».

«En este sentido, los clichés son necesarios para que la historia funcione, pero también hay que estar en guardia contra ellos. Quería llevar al protagonista a ese lugar donde la gente además de tomar café estudia, se enamora, es feliz… Como en Mi gran novela sobre la Vaguada, quería darles un baño de realidad», dice. «Hay gente que hace lecturas metafísicas o políticas de las cosas que escribo», concluye el escritor, «pero en última instancia está mi idea de que la vida está en todas partes».

Por Alejandro Luque