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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Gustavo Martín Garzo: el valor del cuento, el valor de contar

Consciente pero audaz, no teme el encasillamiento.

La literatura fantástica y mitológica ha quedado fatalmente relegada al lector infantil y juvenil, lejos del adulto por culpa de un «exceso de racionalidad», ha reflexionado hoy el narrador Gustavo Martín Garzo, que acaba de publicar La puerta de los pájaros, una novela «sobre el fin de la infancia».

No obstante, Martín Garzo se ha empeñado en transitar por un género al que vuelve «una y otra vez», que no puede abandonar, ha explicado en una entrevista con la Agencia Efe horas antes de presentar su último libro en Valladolid, la ciudad en que nació, donde reside y ha fraguado toda su obra.

«Es una literatura que habita el territorio de lo maravilloso, donde surge el prodigio, el asombro ante las cosas y al que nuestro tiempo ha dado un poco la espalda. El hombre occidental y urbano se ha separado del mito. Ahora vive anclado en un mundo excesivamente racional donde estas historias tiene poca cabida», ha lamentado.

Consciente pero audaz, no teme el encasillamiento quien también ha frecuentado, con igual notoriedad, la novela de memorias, el ensayo evocador y los apuntes intimistas en una treintena de libros que han merecido, entre otros, los premios Nacional de Narrativa (1994), Nadal (1999), Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (2004) y Castilla y León de las Letras (2006).

«La puerta de los pájaros» (Impedimenta) es una novela «sobre el fin de la infancia» con el unicornio y una princesa como protagonistas de un relato apto para todos los públicos, niños y mayores, «porque lo importante es la mirada sobre las cosas y la realidad», al margen de la edad, ha matizado.

En un momento determinado, el ser humano «inicia el camino de la madurez: la vida nos dice que la infancia se ha acabado, pero esta nueva senda no estará completa si no se escucha la voz del niño que uno fue», ha agregado acerca del significado de esta novela que ha ilustrado, «con aire medieval pero también picassiano y moderno», Pablo Auladell en «adecuada conjunción» con la intención del texto.

La figura de Rainer María Rilke (1875-1926) sobrevuela toda la narración «si tenemos en cuenta, como él dijo, que la infancia es la verdadera patria de todo ser humano, de la que se siente exiliado y a la que anhela regresar una y otra vez», ha precisado.

«A ello nos ayudan estos relatos, misteriosos y fantásticos, como si fueran un puente» entre ambas etapas de la vida, ha proseguido antes de insistir en el diálogo entre la pérdida y el dolor como «la realidad más honda del corazón humano» y el sustrato de esta novela.

El silencio del unicornio, una criatura misteriosa de la que nada se sabe ni se conoce, resume a juicio de Martín Garzo «algunos de los momentos más subyugadores y extraños de la vida» como son a su entender la contemplación del rostro amado, de un niño dormido y la despedida de un ser querido, «instantes que nos hacen enmudecer, donde no caben las palabras habituales, que no sabemos contar».

El valor de los cuentos, por tanto, reside en la protección de «esos pequeños misterios de la vida a los que hay que saber prestar atención», lo mismo pequeños que mayores pero con la imaginación como elemento decodificador.

«Me da mucha pena que los adultos hayan renunciado a sumarse a estas historias porque han perdido el gusto por lo maravilloso y lo fantástico», ha resumido.

No es el caso de los niños y adolescentes, que «no fallan» como seguidores de estas historias simbólicas, mágicas y mitológicas», y constituyen, en su opinión, «lectores ejemplares porque de hecho viven en ese mundo sin necesidad de haber leído, gozan de un pensamiento distante de la racionalidad» hasta el punto de convertirse en «personajes del mundo del cuento».

Por Roberto Jiménez (EFE).