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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Harriet y los niños adultos

Hace tiempo, leí una novela de Beryl Baindridge: La chica del vestido de topos, una road movie cuya protagonista se ve envuelta al final -como en un imprevisto coreográfico, pero dejando en el aire la duda de si como algo más que simple figurante- en el asesinato de Bobby Kennedy. Fue la obra póstuma de Bainbridge.

Como me gustó, leí después La cena de los acusados. Las dos las ha publicado Ático de los Libros. Y, por salir también artísticamente satisfecho de aquella segunda incursión, me he hecho con Lo que dijo Harriet.

Igual que con los de Pre-Textos, con los libros de Impedimenta, hierro que marca la piel de esta tercera res, me sucede que, desde el principio, funciona una corriente de simpatía visual. Y, además, me gustan al tacto. Me preguntaba por qué y, en una nota de Lo que dijo Harriet, averiguo la razón: el libro, leo, ha sido confeccionado con papel “procedente de bosques gestionados de acuerdo con criterios de sostenibilidad”. Algo así, pues, como los de Pre-Textos, que también lucen el sello del guardabosques concienciado de su misión. Mas digo yo que también habrá de haber una mano artística detrás, pues, por muy ecológica que sea la celulosa empleada y muy sostenible el abetal de que haya sido extraída, bien pudiera ser que el libro no fuera tan sostenible y se nos cayera de entre los dedos a falta de unos mínimos criterios de gusto puestos en concurso en su elaboración y acabado. Y no es el caso.

Esta novela de Bainbridge, además, en verdad requería un tratamiento a fondo en ese sentido, porque su tema es de los que de veras producen dentera, de los lijosos, de los que raspan. A fuer de haberse inspirado en un crimen real, una suerte de suspiro como autobiográfico parece acompañar a todas esas sensaciones oscuras y esos hálitos poco aromáticos en ella recogidos: no se olvide que la autora era aún muy joven cuando –a lo Drieu La Rochelle- quiso cometer suicidio metiendo la cabeza en un horno.

Lo que dijo Harriet pone en pie una historia sobre dos preadolescentes atraídas por morbideces escamosas cocinadas en torno a un viejo rijoso que juega, sin saberlo, al cazador cazado… Y que desemboca en tragedia, claro. Y, aunque los hechos originales sucedieran hace décadas, en tragedia muy actual. No cabe duda de que las “nuevas” tecnologías –en realidad, meras adaptaciones al medio de la brujería de toda la vida- han difuminado esas fronteras que, no muchos años ha, todavía separaban unas edades de la vida de otras –al niño, del niñato; a éste, del joven; al joven, del adulto- y, por consiguiente, incrementado en el niño y el adolescente el aflorar de psicopatías y alteraciones emocionales impropias de su inmadurez biológica… Aparte de que existen muchos comunicadores sociales y pedagogos que, bueno, basta con encender la tele para encontrarte con solapadas pero constantes invitaciones a asaetear al maestro con una ballesta. Lo raro es que, cuando eso sucede, haya quien se asombre.

Hace poco, en México, unos niños de unos siete años o por ahí mataron a puñaladas y golpes a otro. Estaban jugando a los secuestros y, claro, como la familia no pagó el rescate… Nada raro. Vivimos en un mundo en el que se tiende a la abolición no sólo del género sexual, sino incluso de la edad biológica. En lógica consecuencia, los niños, víctimas de estímulos anormales de todo orden, se ven cada día más violentamente impelidos a comportarse como adultos (y, a ser posible, como adultos zumbados). En paralelo, la vida de sus mayores se debate a codazos por tirar hacia delante en medio de un creciente -y ferozmente competitivo- proceso de infantilización: es todo un síntoma, que el principal aval esgrimido por los nuevos aspirantes a políticos sea la proclamación de que se manejan en las redes sociales con más soltura que sus predecesores, los de la vieja casta: carisma, gestión y eficacia, a ritmo de emoticón. ¿Alguien da más? ¿Puede extrañar a algún lector que quien estas líneas suscribe crea distinguir ya bajo los párpados de todo político una algo así como miradita de entendimiento entre sectarios de una misma omertà pederasta?

El patio está muy mal. ¡Reparen en el padrastro de Kim Kardashian! A fuerza de vivir rodeado de señoritas macizas que pasan el día operándose la grupa, operándose las tetas, operándose el morro y grabando y colgando vídeos porno caseros, su cerebro ha dicho basta, se le ha recocido hasta el punto de anhelar llegar a estar más buena que su mujer e hijastras. Ha ido a que un cirujano le corte el pito y aplique tecnología Monsanto a todo lo largo y ancho de su cuerpo serrano y, convencido ya de haber sido convertido en “mujer”, ha posado para una revista de beldades desnudas.

Quiero resaltar, en fin, que Lo que dijo Harriet es, como las otras que he leído de su autora, una excelente novela. Lo que temo es que, a no mucho tardar, a algún pedagogo vanguardista se le ocurra encargar una versión adaptada a los niños y adolescentes, de modo que estos puedan canalizar del modo correcto –es decir, sin incubar sentimientos de culpa- sus tentaciones erótico-homicidas. Porque esta versión de Impedimenta, la original, la escrita por una Bainbridge adulta pensando en lectores adultos, al menos es literatura. Es una manifestación de arte oscuro, abisal, morboso… pero arte, al fin y al cabo. Pero la eventual adaptación… Dejemos a los niños con Walt Disney, por favor.

Por Joaquín Albaicín