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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Hecatombe

Una excéntrica aristócrata rusa caída en desgracia, un escritor con poco talento y mucho desparpajo, un científico loco que quiere acabar con el sufrimiento humano y un todopoderoso magnate de la prensa: sólo hacen falta cuatro personas para desencadenar el apocalipsis nuclear más estrambótico y absurdo de la historia de la literatura.

Hecatombe, de William Gerhardie es una novela inclasificable que desafía todas las leyes de los géneros literarios, y sólo por eso ya merece la pena hacerle un hueco en nuestra biblioteca. ¿Se trata de una ucronía de principios del siglo XX, de una historia de ciencia ficción, de una novela costumbrista o de una implacable sátira social? En El Mar de Tinta opinamos que Hecatombe es todo eso, y mucho más: una delirante fusión de estilos que divierte y desconcierta a partes iguales, una novela para lectores atrevidos dispuestos a dejarse sorprender.

Apocalipsis a la europea

William Gerhardie, autor de la aclamada novela Los políglotas, escribió y ambientó esta obra en la Europa de 1928, cuando el continente se hallaba a las puertas de la II Guerra Mundial. En principio todo el escenario nos resulta familiar… pero en algún momento las cosas se tuercen y en vez de desembocar en el conocido conflicto, acabamos frente un apocalipsis nuclear del que no vamos a añadir nada más para no arruinar la descacharrante sorpresa final.

¿Estamos pues ante una ucronía, una novela en la que un acontecimiento inventado (en este caso, la locura destructora de nuestro científico) tuerce el rumbo de los acontecimientos históricos y crea una realidad alternativa? Nosotros humildemente pensamos que Hecatombe es una ucronía llevaba al último extremo, hasta sus últimas consecuencias. No hay que olvidar que la ucronía es una rama de la ciencia ficción, por lo Gerhardie se preocupa de introducir algunos elementos futuristas a modo de homenaje y divertimento. El resultado de este experimento literario es un apocalipsis de todo menos apocalíptico: es absurdo y humorístico, sin miedo, ni ruido ni dolor. Sólo pura desintegración.


No hubo imagen ni sonido algunos: lo que entonces había sido cesó de ser, como un sueño al despertar. Nada causó estrépito, nada cayó. No hubo niebla, ni volutas de vapor, ni un velo de polvo. Las cosas se disolvieron en la nada, como si hubieran desaparecido dentro de su propia manga. El mundo pareció reventar en silencio, deprisa, invisiblemente.

¿Y porqué este tono amable, casi distraído? Porque el tema principal de la novela no es la destrucción del mundo, sino el análisis en clave de humor de los individuos que lo poblaban.

“Querido, ¿no te parece que provocar el Apocalipsis resulta algo exagerado?”

Hecatombe es, pese a la sonoridad de su título, una novela de corte costumbrista con grandes dosis de sátira social. El autor se divierte deformando las costumbres de una sociedad derrochadora e indolente, y convirtiéndolas en motivo de mofa y escarnio. Uno de los mejores ejemplos lo tenemos en las señoritas de la familia Kerr: acostumbradas al lujo y al dispendio de la Rusia zarista, no parecen ser conscientes de que aquella época ya terminó y siguen viviendo en su frágil burbuja de cristal, totalmente al margen de la realidad. Gerhardie las describe con tanta maestría que el lector se debate entre la risa y las ganas de zarandear a las señoritas.

Otro buen ejemplo de esta crítica social es nuestro protagonista y narrador, el señor Frank Dickin: un escritor mediocre al que todo el mundo insiste en confundir con su tocayo Dickens, circunstancia que no duda en aprovechar. Dickin es arribista, interesado y especulador, mentiroso consumado, un dandy siempre presto a arrimarse al árbol que proyecte mayor sombra. Aunque la Fortuna es volube con él, a grandes rasgos podríamos decir que también es otro triunfador en una sociedad sin valores.

El infinito poder de lord Ottercove

Lord Ottercove es, sin duda, el personaje más absurdamente poderoso de toda la novela, la estrella alrededor de la cual gira todo el sistema argumental. ¿Pero dónde radica su poder? ¿Es acaso presidente, ministro, monarca o magnate? Nada de eso: lord Ottercove es el propietario de todos los periódicos de Inglaterra. El Daily Runner, el Evening Ensign… toda la prensa escrita está en sus manos de titiritero, maestras en el arte de jugar con el arrollador poder de de la opinión pública. Cada periódico es un dictado de su voluntad, y su influencia llega a todas las esferas del Imperio Británico.

Frank sintió que que le gustaría incitar a lord Ottercove a más acción. Pero ¿qué acción? Algo grande, algo arrollador, algo gigante. ¿Arruinar el Imperio Celestial? ¿Establecer el Reino de la Judería? ¿Una República Negra?¿Infundir a los fascistas el espíritu del socialismo? Se le hinchaba el corazón al pensarlo.

William Gerhardie

Gerhardie nació en San Petersburgo en 1895. Criado en la Rusia zarista, en el seno de una próspera familia inglesa, participó en la I Guerra Mundial y fue testigo de la Revolución Rusa. Futilidad, su primera novela, narra sus experiencias como soldado antibolchevique. Su siguiente novela, Los políglotas (1925) se considera unánimemente su obra maestra. Tras la IIGM la fama de Gerhardie se desvanece, y sólo en los últimos años se ha reivindicado su figura. Así, William Boyd consideraría Los políglotas como la novela inglesa más influyente del siglo XX, recogiendo el testigo de Evelyn Waugh, que lo consideraba un auténtico genio, o de Graham Greene, que lo tenía por el escritor más brillante de su generación.

Una vez más Impedimenta toma la sabia decisión de reivindicar a este escritor que fue condenado prematuramente al olvido, colocándolo (como ya hizo anteriormente con Los políglotas) otra vez en primera línea de ventas.