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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Félix Fénéon: «Novelas en tres líneas»

No me resisto, no sin antes recomendar encarecidamente este libro a todo el mundo -a quién no lo haya leído, para que lo haga; y a quien lo haya hecho, para que lo relea y vuelva a disfrutar de todas sus pequeñas maravillas.

Empezaré la reseña por lo más obvio: ni microrrelatos, ni poetweets, ni haikai 3.0, ni gambas fritas… ninguna modernez que se le ocurra al último hipster literario de turno resulta original: todo eso ya lo hacía, más de un siglo atrás -110 años, para ser exacto- el señor Félix Fénéon, ilustre y ubicuo animador de los ambientes pictóricos y literarios franceses de finales del siglo XIX, crítico de arte, descubridor de nuevos talentos, editor de revistas de vanguardia, funcionario ejemplar en el Ministerio de Guerra, anarquista furibundo, acusado incluso -aunque absuelto- de un atentado con bomba contra un restaurante frecuentado por senadores de la República. Periodista y galerista después de perder su puesto en el ministerio; durante el año 1906 se encargará de la columna de hechos diversos del periódico liberal Le Matin, donde plasmará, a partir de los sucesos por lo general luctuosos, acaecidos por todo el territorio francés y aun en las colonias, sus excepcionales Novelas en tres líneas, a razón de veinte diarias.

De todos modos, ¿realmente podemos hablar de «novelas», en este caso? Es obvio que se juega con el doble significado en francés del término nouvelles: en principio, significa noticias, novedades, pero también relatos cortos (más que «novelas» propiamente dichas). Por otra parte, a estas alturas del siglo XXI, ya con todo el XX toreado, sabemos bien que no es necesario que una novela respete la disposición clásica de planteamiento-nudo-desenlace (más epílogo, si se tercia), para ser considerada como tal. Lo que no significa que algunos relatos no respeten a la perfección ese esquema básico:

El señor O. Calestroupat conoció en la Cámara de los Diputados a una señora poco esquiva. Velada galante seguida de triste despertar: le habían birlado once mil doscientos cincuenta francos.

En otras muchas ocasiones, sin embargo, Fénéon sigue tácticas más astutas; por ejemplo, inicia la noticia/relato, con algún elemento más desconcertante, ya sea por desusado o banal, para acabar rematando la faena con lo que debería, en puridad, suponer la idea central de la noticia:

Apenas acababa de aspirar su rapé cuando A. Chevrel estornudó y cayendo del carro de heno que le traía de Pervechéres, expiró.

Por no hablar de cuando la evidente sorna obliga a repensar la historia que se acaba de leer, por breve que sea:

Como las dedicaba a aporrear el piano, la policía de Brest juzgó no electorales las sesiones del bardo Artigues, candidato. Infracción.

El mundo que retrata Fénéon en sus nouvelles no resulta, sin embargo, demasiado amable, o no siempre; todo lo contrario… Debido a la materia prima periodística de la que se nutren, nos ofrecen una visión ominosa de la sociedad francesa de aquel 1906, plagada de homicidios, accidentes, suicidios, riñas, robos, atentados, huelgas, disturbios, epidemias y desastres naturales. Una realidad violenta, brutal a veces, que no encaja, quizá con la imagen plácida que a menudo nos hacemos del pasado.

Una loca de Puéchabon (Hérault), la señora Bautiol, despertó a sus suegros a mazazos.

Unos bebedores en Houilles, se estaban pasando de mano en mano una pistola que creían descargada. Lagrange apretó el gatillo. No volvió a levantarse.

Ávidos de indulgencia, unos ladrones han desvalijado una tienda de objetos de piedad y peregrinación de Clichy-sous-Bois.

También, por suerte, hay lugar para las fiestas populares, los eventos destacados, los homenajes a figuras prominentes, siquiera a nivel local; momentos de respiro que nos parecen ahora de una ingenuidad que probablemente no era tal…

Delante de quince mil ciudadanos de Nîmes, seis toros destriparion a siete modestas yeguas y fueron estoqueados por Conejito y Bombita Chico.

El reglamento del alcalde de Angers sobre procesiones prohíbe en la calle los estandartes sindicales, los cantos no litúrgicos y los bastones.

La ironía, la retranca incluso, están presentes en todo momento, hasta en aquellas nouvelles que dan cuenta de hechos más trágicos; muy especialmente en las que glosan el asueto y otros actos edificantes para la sociedad bienpensante de la época:

Pánico entre las amazonas. El tiovivo de cerdos Legrand, en la plaza de las fiestas de Clichy, ha ardido a las seis de la tarde. Destrozos: dieciocho mil francos.

A igual modestia, distinta paga: la Reina de la virtud de Les-Granges-le-Roi, doscientos cincuenta francos; la de Magny-en-Vexin, trescientos; quinientos para la de Argenteuil.

Mil novecientos concursantes de «La Caña de Niort» estaban pescando ayer en el río Sèvre, y mil quinientos curiosos animaban a los peces a que picasen.

En última instancia, lo que más destaca de estas pequeñas joyas escritas por Fénéon no es su originalidad, su habilidad técnica o su audacia narrativa -que iba a más según pasaban los días y los meses, y se ve que que aumentaba su soltura y confianza-, sino la humanidad de que hace gala. Quizás un tanto socarrona, ya digo, pero que no deja de ser compasiva incluso con los autores de las mayores atrocidades -no digamos ya con sus víctimas-, perfectamente sabedor de que en cualquier momento cualquiera de sus contemporáneos, cualquier conocido suyo o cualquier probo ciudadano que pasara por la calle podría convertirse en protagonista de alguna de estas nouvelles. Empezando por el mismo, claro. O por nosotros, si a eso vamos…

Demasiado jóvenes y ya madres, las señoritas Meuzaret, vecina de Saint-Barthélémy (Sena y Marne) y Garnier, vecina de Chassagne (Saona y Loira) han matado a sus respectivos hijos.

No me resisto, no sin antes recomendar encarecidamente este libro a todo el mundo -a quién no lo haya leído, para que lo haga; y a quien lo haya hecho, para que lo relea y vuelva a disfrutar de todas sus pequeñas maravillas-, a copiar una más de estas novelas en tres líneas, que sin duda hará las delicias de más de uno de nuestros lectores. Nada nuevo bajo el sol, como se suele decir…

En Le Boulou (Pirineos Orientales) unos suboficiales españoles han insultado a un turista francés culpable de este grafiti: ¡Viva Cataluña!

También hay, claro está, muchas noticias de cargos políticos corruptos, pero ya no voy a poner ninguna: ¡son demasiadas y no tengo sitio para todas!

Juan G. B.