La II Guerra Mundial tuvo para John Fowles, que rondaba los 15 años, un efecto benéfico: su familia abandonó el adosado con jardín trasero que ocupaba a una hora de Londres y se estableció en Devonshire. El autor de El mago pasó así a vivir rodeado de árboles «reales», que, en su memoria, contrastan con los recortados frutales que criaba su padre en su exigua huerta londinense. Esta contraposición entre la naturaleza «libre» y la domeñada, entre lo aherrojado y lo salvaje, le sirve a Fowles de punto de partida para hilar uno de los pocos ensayos que ha escrito, El árbol. Asombrosa guía de sabiduría, El árbol es un reflexivo canto a lo salvaje, una indagación en las raíces de la actividad creativa y un descubrimiento de mecanismos de la escritura literaria que suelen pasar desapercibidos. Todo ello, con una prosa que, de Robin Hood a Hitler, Shakespeare o la Edad de Bronce, encadena un sinfín de referencias que convierten la obra en un apasionante viaje intelectual.
Por Eugenio Fuentes