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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Increíblemente repugnante

Con estas dos palabras definió un editor la novela Lo que dijo Harriet cuando su autora, Beryl Bainbridge, se la presentó para su edición. La había escrito en 1967 y la publicó en 1972. Ahora la edita Impedimenta y se lo agradezco.

Esta editorial nos ofrece títulos de mucha calidad que nos hacen disfrutar y, en este caso, perturbar el ánimo. La autora, Dama del Imperio Británico, premiada con numerosos galardones, falleció en 2010. The Guardian la calificó como «gloria nacional» y The Times la incluyó en la lista de los cincuenta escritores más importantes desde 1945. Lo cierto es que después de mucho tiempo una novela me ha impresionado, me ha perturbado; en definitiva, una obra de arte sin discusión. En la portada dos jóvenes angelicales nos miran con absoluta inocencia, un peligro letal. Es obligado felicitar a Alicia Frieyro por su magnífica traducción.

Una narradora anónima que se califica y es calificada como «rolliza» y con piernas gordezuelas nos va informando de sus peripecias y las de su amiga Harriet durante un verano. La historia que se cuenta no es complicada pero es terrible y estremecedora. En la eficacia de un texto, siempre a partir de las palabras que son el alfa y el omega del mismo, intervienen varios factores; en este caso, un magistral dominio del tiempo de la narración y una habilidad singular para crear el ambiente perverso que nos llevará a un desenlace previsto pero que se quiebra en la sorpresa final, un giro sorprendente.

Las palabras morbo y morboso califican muy bien la narración. Morbo es el interés malsano por personas y cosas; también atracción hacia acontecimientos desagradables. Morboso significa aquello que causa enfermedad, aquello que provoca reacciones mentales insanas. Antes de seguir quiero dejar claro que mis valoraciones son exclusivamente técnicas, críticas y nunca morales. Esos argumentos quedan fuera de mi trabajo.

Dos preadolescentes se inician en la vida. Es un modelo clásico. Descubrir la sexualidad es una lógica atracción. Son dos muchachas de las que Harriet ejerce un dominio absoluto sobre la narradora, que siempre la obedece aunque, a veces, siente rencor y casi odio. El dominio llega al extremo de que Harriet dicta el diario que mantienen en secreto donde aparecen los comentarios sobre personas y situaciones; el título de la novela es bastante explícito. El marco físico y las dos familias contribuyen a la atmósfera de desolación que llega al vacío a lo largo de la historia. Una constante de la literatura británica es la presencia real y simbólica del paisaje, especialmente campestre. Los bosques, el páramo, las dunas y el mar se combinan de manera sabia. El campo se prolonga en los pequeños jardines delanteros y traseros de las casas. El paisaje es lugar de ocultamiento como en el caso del encuentro con el soldado, un mero episodio citado, y adquiere un valor singular en su relación, la de la narradora, con el Zar. A lo largo de la lectura me ha rondado el recuerdo de la Lolita de Navokov pero el morbo de Bainbridge es superior. El Zar es un anciano nada agraciado, absolutamente infeliz, que gusta de pasear por las dunas y que siente un deseo por la narradora y también por Harriet, odia a la obesa de su esposa que lo domina. El Zar es patético y cobarde pero ejerce una poderosa atracción en la narradora que llega a enamorarse y a desearlo pese a los adjetivos que le dedica. La chica se mueve entre la compasión, el deseo y el desprecio. Es magistral la descripción física como soporte de los estados mentales. El odio a la esposa es una constante por parte de ambas.

Las dos chicas espían a la pareja y una escena clave es cuando entran en el jardín y ven el interior de la casa, el salón. El mecanismo de cosificación es brillante. Un gusano aplastado por el peso de la hembra, una mantis que anula su voluntad y que alimenta el odio. El Zar se va hundiendo en su propia desesperación y en la obsesión sexual. El humor agrio, la amargura de la mueca también es un recurso importante, es el caso de la escena de la iglesia donde la narradora y el Zar quedan encerrados, seguramente por una maniobra de Harriet, la maligna y segura muchacha. Los equilibrios del anciano en la ventana, el cristal roto, como rotas las vidas de los adultos que son cruel campo de experimentación de las jóvenes; que ellas sí, tienen aún oportunidades. Léase.

Por Antonio Garrido