Una joven, Marian Taylor, que desea cambiar de vida debido tanto a la pura insatisfacción vital como a una reciente, y desgraciada, experiencia amorosa, acepta un empleo que le lleva a un remoto rincón de la costa inglesa, al castillo de Gaze. Ella cree que va a trabar como institutriz. A su llegada, descubre que su empleo consiste en servir como “dama de compañía” de la señora de la casa, Hanna, una mujer bella y fascinante que, sin embargo, vive extrañamente recluida, separada de su esposo y rodeada, además, de una curiosa e inquietante corte de parientes y criados que, en cierto modo, son también sus vigilantes y carceleros.
El unicornio es una novela magnífica en la que Murdoch se inspira y juega con los tópicos de clásicos góticos como Rebeca o Cumbres borrascosas. Así nos presenta un escenario desolado, una mansión perdida entre el océano y una enorme región estéril y despoblada. Y enfrente del castillo hay otra casa, la única en todas las inmediaciones, habitada por un erudito anciano, su hijo e hija, que tienen una extraña relación con el castillo y un visitante esporádico que es el único que frecuenta de vez en cuando a la recluida señora del castillo. El unicornio también nos recuerda a cuentos de hadas, como la Bella durmiente y Rapunzel, y a las perversas versiones que hacía de ellos otra gran dama de las letras británicas, Angela Carter. Y, por supuesto, a los relatos de fantasmas de Henry James, llenos de dobleces y, por supuesto, de “vueltas de tuerca”.
Pero El unicornio es ante todo una novela de Iris Murdoch donde brillan todas sus notables virtudes como narradora: crea una trama intensísima, con una formidable galería de personajes ambiguos, llenos de secretos e intenciones oscuras, donde un poderoso sentido de la intriga se conjuga con un profundo contenido moral y filosófico. Una novela, como decíamos, magnífica… pero recuerden: si la empiezan es probable que no puedan detenerse hasta conocer el último de los misterios que alberga el castillo de Gaze.
Por José Martínez Ros