Le conoceremos en cuanto tomemos en las manos ¡Abajo el colejio!, primero de sus compendios de sabiduría sobre la vida escolar y las especies más destacadas de su fauna. Ya ahí, en su portada, aparece retratado con su uniforme de alumno del Colegio de San Custodio y cara de ser un tipo de estar para pocas monsergas.
Estudia lo justo pero escruta sin clemencia. Lo que cualquiera con dos dedos de frente haría si también estuviera interno en San Custodio, alimentado a base de una dieta que incluye “estofao de carroña, salchichas misteriosas, té inbebible y tostadas calcinadas”, mientras se sabe que el director se atiborra a manjares, y que a las 10.15 de la mañana (después de haber ordenado a algún chico “que le enseñe el culo y darse un gusto azotándolo”) se hace una “escapada al pub para jugar una partidita de biyar”. Aguantando solemnes ceremonias con fino discurso de peloteo incorporado a la familia del alumno con más posibles (privilegiado, por supuesto, en la jerarquía alumnil sancustodiana) o ese día a día de clases con profesores que hace mucho tiempo que perdieron el interés por su profesión (y no nos quepa duda de que también el contacto con su siglo). Aunque no todo es malo, también hay chicos ‘nobles y balientes’ entres los ‘enpollones, habusones, barbilindos, gordos y palurdos con los que no queda más remedio que tratar’, sin olvidar entre ese repertorio de detestables a molesworth-2 (hermano menor de Nigel).
Ya desde el mismo principio (diríase que con furiosa resignación) lo advierte: ‘el colegio es un balle de lágrimas’, procediendo a continuación a describirnos qué lo hace ser tal y a proporcionar toda una serie de útiles consejos para desenvolvernos en los escenarios y situaciones de la vida escolar sin poner en riesgo nuestra cordura.
No hay una sola página en este libro que no haga disparar carcajadas. No sólo porque el mundo del internado visto desde la inteligencia gamberra de Molesworth resulta desquiciadamente hilarante; o porque sus observaciones entre paréntesis o al margen lleven la risa a altísimas cumbres. Aseguran también que no haya respiro la ortografía y sintaxis molesworthiana (hay que aplaudir en pie el trabajo de traducción que ha llevado a cabo Jon Bilbao), así como las ilustraciones (caricaturas que son precisos retratos psicológicos o esas apariciones de galos y romanos que llevan a pensar en aquellas secuencias de momentos históricos que se intercalaban en los episodios de ‘The Young Ones’).
Molesworth nació originalmente en los años 40, en las páginas de la revista Punch. ¡Abajo el colejio! (‘Down with skool’) se publicó en 1953 y fue seguido por otros tres títulos más, legando su remarcable parte de influencia sobre la cultura popular británica del siglo XX (desde el nombre de Hogwarts, al uso de la expresión ‘as any fule kno’). Indagando más sobre ellos y su trascendencia, podremos dar con una reseña en el London Review of Books (muy recomendable, por otra parte) que se resiste a aceptar aplicar a los libros de Searle y Willans el apelativo de ‘clásico’ u ‘obra maestra de la narrativa satírica’, considerando que esa grandeza le viene sobre todo atribuida por cómo la memoria sentimental de muchos de sus lectores, hoy adultos, ha mitificado las risas con que los disfrutaron durante su infancia.
No obstante, aquellos que descubramos a Molesworth ahora, adultos y sin ese bagaje sentimental, vamos a reír con esta edición de Impedimenta, y apreciaremos la genialidad de la irreverencia con que el caricaturista Ronald Searle y el escritor Geoffrey Willans (que sabía de qué hablaba, ya que se educó y ejerció como profesor en un internado) aunaron sus respectivas agudezas y capacidades de penetración y satirizaron el cutre esnobismo de San Custodio, reflejo del mismo de los ‘colejios que hay en inglaterra (y que) esplica como es hoy en día el país’. Y, después de las risas, quedarnos con algo aprendido de ese inteligente gamberrismo feroz de Molesworth para entender y criticar ‘el tinglado’.
Por Alicia Guerrero Yeste