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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Kes, de Barry Hines

Todos necesitamos una vía de escape, algo que nos aleje durante al menos unos minutos de la realidad en la que nos ha tocado vivir. Algunos valientes emplean esa necesidad en construir algo positivo; otros se conforman con unas cervezas a medio enfriar, un partido de fútbol al que mirar con desgana y una conversación insulsa y mil veces repetida. Pero todos requerimos de algo que nos ayude a combatir el día a día, que nos dé un empujón cuando suena el despertador cada mañana incluso si, como en el caso de Billy Casper, todo invita a tirar la toalla.

Y es que el citado Billy Casper, el protagonista de Kes, es un chaval que lo tiene todo para odiar su vida: criado en una familia pobre y sin padre, en la que la madre está más preocupada por su vida sentimental que por la felicidad de sus hijos, sufre acoso sistemático, tanto en el colegio como en casa, ya que su hermano lo maltrata sin necesidad de razón alguna. Además, las notas invitan a pensar que tampoco es una persona excesivamente brillante, aunque el mayor de sus problemas no deja de ser que no encuentra nada en el mundo que le motive. O al menos esto es así hasta que Kes entra en su vida. Esta cría de halcón, que Billy arrebata de un nido, consigue impresionarlo fuertemente y a partir de ese momento el joven pasa a dedicar todo su tiempo libre a aprender a entrenar al cernícalo.

Aunque acabe de ser publicada por primera vez en España por la editorial Impedimenta, Barry Hines escribió esta novela en 1968 y fue llevada al cine por Ken Loach un año más tarde. Tanto en la versión escrita como el la cinematográfica se recogieron especialmente bien los ambientes en los que se desarrolla la trama: por un lado, la sucia y deprimente ciudad minera, en la que nada ofrece esperanzas de mejora; por otro, el bosque, en el que Billy puede gozar de plena libertad para ser él mismo. En estos dos escenarios pivota la narración, la cual se desarrolla en espacio temporal muy corto, de apenas unos días. De hecho, la novela ni siquiera está dividida en capítulos; apenas unos pequeños apartes oxigenan el libro entre escena y escena, lo que contribuye a darle continuidad al relato y a que los acontecimientos vayan produciéndose con naturalidad y sin giros demasiado bruscos.

Pero si en algo profundiza Kes es en la relación de cariño y respeto que puede llegar a producirse entre una persona y un animal. Y es que Billy no quiere en ningún momento domesticar al ave; él sólo quiere ser partícipe de su crecimiento, entrenarla para que desarrolle sus capacidades lo mejor posible, pero sin querer convertirla en ningún momento en un animal dócil y amaestrado. Una forma, posiblemente, de expresar cómo le gustaría ser tratado a él por su entorno, que lo coacciona y señala simplemente por no ser como los demás.

Si a algo no me atrevo con esta novela es a etiquetarla para un tipo de edad concreta, dado que, aunque su historia invita a identificarla como un relato juvenil, la crudeza que nos encontramos en sus páginas me hace dudar acerca de si no está más destinada a un público más adulto, que pueda afrontar mejor las situaciones injustas y dramáticas que se nos exponen. A lo que sí que me atrevo es a decir que se trata de una novela premeditadamente sencilla, que busca y consigue conmover por medio de un mensaje comprometido con la naturaleza y con el derecho a ser uno mismo.