Naturalmente los que busquen libros tipo pelis hollywoodienses de sustos y chorradas no encontrarán aquí el encanto de lo clásico, de lo nuevo de otra época, aquello que en su día provocó terror y que hoy enamora e inquieta a partes iguales. No sólo es original en esencia, es que además recrea a la perfección la pesadilla, aunque ésta la vivan despiertos sus personajes. Crea mucha expectación, es verdad, y como es novela corta poco será lo que vivamos con el protagonista sobresaltado, pero no deja de ser maravillosa esa parte en que nos es descrito lo que vive el testigo y con qué determinación lo hace.
Es una narración sencilla, sin florituras ni rodeos, sin embargo se percibe clásica desde las primeras líneas, no sólo por la ambientación sino por algunos momentos de los diálogos entre los personajes o la propia narración del protagonista.
¿Qué es el mesmerismo? Mesmerismo es, según la RAE, «Doctrina del magnetismo animal, expuesta en la segunda mitad del siglo XVIII por el médico alemán Mesmer», y si lo ampliamos, dado que de esto va «La casa y el cerebro», esta doctrina hablaría de la existencia de un éter invisible o fuerza universal que atravesaría los cuerpos de los individuos, fluyendo libremente y llenándolos de vitalidad, dando un poder de sugestión mental llamativo: el que poseía el propio Mesmer. En cualquier caso ese éter invisible sería capaz de influir en objetos y mentes, provocando cambios (movimiento) o visiones, porque tendría propiedades magnéticas manejadas a voluntad. El narrador de esta historia está convencido de que los fantasmas que acosan a los visitantes de la casa no son realmente fantasmas a pesar de que descubre que allí hubo crímenes espantosos. Con esta premisa cualquiera creería en el fantasma y el remanente o la impregnación, pero nuestro narrador está convencido de que se trata de mesmerismo, de que alguien se esconde detrás de esos sucesos.
Y hete aquí que en la casa encontrará una imagen que volverá a ver cuando salga de allí, y esta le lleve (y nos lleve) a la segunda parte de la historia. Aquí nos encontramos con una pieza inquietante aunque de otra forma, con un personaje mesmérico al que se enfrenta el caballero, y que nos ofrecerá una exposición de mesmerismo precisamente cuando se enfrente a él.
Que nadie crea que lo estoy contando todo. El contenido de mi reseña se puede leer prácticamente en la contraportada, aunque resumido. Lo importante, por ello, no es sólo lo que cuentan, si no cómo se vive una historia así en un mundo victoriano donde aún era mucho más fácil creer en seres sobrenaturales o personajes misteriosos como Saint-Germain. Nosotros somos más de la época de John Titor y nos duró tan poco la historia que creo que nos dejaron huérfanos de misterio.
Recomiendo, naturalmente, esta historia con el sabor del miedo atávico, de los personajes enigmáticos ante los que la piel se erizaría, porque te lleva a un momento y a una vivencia única que, con razón, Lovecraft y Hearn alabaron.
Por Anika Lillo