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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La epiqueya, ¡toma cultismo!

Un rasgo clave de los textos es que los universos de los casos y de la vida del narrador se cruzan, se mezclan, se maridan.

John Mortimer fue hijo de un ilustre abogado criminalista que, pese a quedarse ciego, siguió vistiendo la toga. John estudió en Oxford y siguió los caminos de su progenitor, personaje central de su relato autobiográfico Viaje alrededor de mi padre, un éxito que tuvo varias adaptaciones a la televisión y al teatro, donde fue interpretado por Alec Guinness y Laurence Olivier, palabras mayores.

Este «socialista del champán», como se definió, amante de los placeres y padre de ocho hijos conoció el éxito literario y la fama popular. Todo un personaje que se relacionó con Capote, Zefirelli, Preminger y que desarrolló una abundante creación como guionista. En el volumen se reúnen media docena de casos que Horace, con su purito y su erudición lírica -tiene una sorprendente memoria para citar versos-, nos plantea y resuelve.

Un rasgo clave de los textos es que los universos de los casos y de la vida del narrador se cruzan, se mezclan, se maridan y el resultado es mejor que excelente gracias a la eficacia del estilo y, elemento fundamental, el humor, que llega a ser corrosivo. Reconozco mi debilidad por esta literatura que en la isla británica llega a cimas difícilmente superables. El mecanismo humorístico se basa en la sorpresa, que no necesariamente tiene que ser una acción, basta un detalle, un comentario, una alusión. El texto discurre según su lógica y, de pronto, una frase sobre un aspecto físico, sobre unas palabras emitidas por un personaje, también la aparición de una fórmula repetida o por cualquier otra fórmula; es el caso de la referencia a su esposa como la que debe ser obedecida.

Si establecemos un paralelismo narrativo entre la actividad judicial de Horace, con su toga deslucida, su peluca de segunda mano y su aspecto general desaliñado, con un sombrero viejo -muy importante en uno de los casos-, con su afición a la bebida por una parte, y la historia de los casos concretos, casi todos penales, por otra, puedo caer en la tentación de la mutua influencia de los niveles pero no seré ingenuo. Los dos ejes narrativos no son independientes pero lo que los une es el concepto medular del libro: la justicia como epiqueia, como equidad, como libertad e independencia; en este sentido Horace es un quijote perfecto. Se puede afirmar que el narrador se preocupa poco de su medro personal, del dinero o de su futuro profesional, incluso que es pusilánime. Sus relaciones familiares dejan mucho que desear con su esposa, hija del director del bufete en el que entró en su juventud y al que no ha sucedido en la dirección a favor de un abogado, pagado de sí mismo pero muy bien relacionado, un abogado real. Las expectativas que tenía con su hijo también se han frustrado: la soledad y el desencanto son la medida de su cansar los días pero mantiene indemne su vocación, su sentido de la justicia, del respeto a la ley, que es el respeto a la libertad individual.

Pondré un ejemplo: ‘Rumpole y la mujer casada’. Veamos lo que afirmaba respecto al estilo: «La vida de un abogado tiene sus altibajos». A veces la delincuencia decae. Lo lógico sería buscar la causa en la eficacia de la policía, pues no: «Los mejores malhechores se van de vacaciones a la Costa Brava y entonces florece la legalidad». Solo con un detalle comprobamos que los Rumpole no nadan en la abundancia. Ella, ‘la que Ha de Ser Obedecida’, está limpiando las tazas de café del desayuno para usarlas como tazas de té y compruebe el lector, una vez adquirido el libro, que llevo solo unas lineas, pues todo es así, ingeniosamente así, permítaseme la broma, todo muy inglés.

El episodio se inicia con una situación doméstica y sigue en el bufete. Allí se encuentra que le ha tocado llevar una demanda de divorcio, materia que no frecuenta ni le gusta. Se trata del caso ‘Tripp contra Tripp’. En este caso la pincelada es que el hijo de la pareja litigante está correteando por el bufete. El efecto único cierra el caso de manera brillante y nos deja con una sonrisa en los labios. Recuerde, seis casos para disfrutar.

ANTONIO GARRIDO