cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La extraña atracción de las mujeres por los zapatos

La editorial Impedimenta reedita 'Los Zapatos Rojos', un clásico de Hans Christian Andersen en el que un par de zapatos rojos de charol ejerce una fuerza irresistible sobre la pequeña Karen, destrozando para siempre su vida.

Con tacones, bailarinas, de piel y de charol, chanclas de colores llamativos para ir a la playa y un impecable par de zapatos negros para acudir a una cena de gala. Complemento de los complementos, los zapatos tienen que abrigar el pie, pero sobre todo decorarlo, embellecerlo, seducir a los demás o declararles la guerra si hace falta.

Atractivos y adictivos, los zapatos son la debilidad de todo fashion victim que se respete. Carrie Bradshaw, la legendaria protagonista de la serie televisiva estadounidense Sexo en Nueva York, es un perfecto ejemplo de voracidad y buen gusto en tema de zapatos y está dispuesta a gastar hasta 400 dólares en un par de Jimmy Choo o de Manolo Blahnik.

En la película En sus zapatos, el personaje interpretado por Toni Collette, una soltera con un trabajo muy aburrido, prescinde de maquillaje y vestidos a la moda, pero no de zapatos costosos. Eso sí, no se atreve a lucirlos, sino que los tiene todos encerrados en su armario. Un detalle nada irrelevante que su bulliciosa hermana, interpretada por Cameron Díaz, no deja de destacar en una de las muchas discusiones entre las dos.

Seducción y culpa

Y es que los zapatos no son un objeto, sino un símbolo y esta peculiar e innata carga simbólica los ha convertido en una excusa perfecta para hablar de otras cosas. Tanto en el cine y en la televisión, como en la literatura.

Hans Christian Andersen fue de los primeros en encontrar narrativamente interesantes unos zapatos. En Los Zapatos Rojos – un clásico del escritor danés recientemente reeditado por la editorial Impedimenta – un par de zapatos rojos de charol es el origen de la desgracia de la pequeña Karen, una niña de condición humilde en cuyo ánimo se anida el más terrible de los pecados, por lo menos según el poco piadoso Andersen: la vanidad.

Los zapatos rojos primero hacen un guiño a Karen, luego la seducen y finalmente se pegan a sus pies obligándola a bailar y a bailar y a bailar hasta que el castigo le resulte no sólo necesario e inevitable, sino deseable.

Las ilustraciones de Sara Morante, tan delicadas como los zapatos rojos que llevan a la ruina a Karen, hacen de contrapunto a una historia durísima, que borda de manera exquisita el tema de esa extraña atracción de las mujeres por los zapatos que recorre las obras de ficción desde la Dinamarca protestante del siglo XIX hasta el centro de Nueva York.

Un viaje muy largo, en el que los zapatos rojos no han perdido ni su brillo, ni su capacidad de seducir.

Por Alessia Cisternino