cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La lección del maestro

Cuando alguien alcanzó el sueño que tuvo desde la adolescencia, suele detenerse a pensar si hubo un momento en el que la historia dio un giro para predisponer todo del lado de la consecución de ese anhelo.

Si da con esa magia detenida en el tiempo (que pudo suceder al conocer a alguien, leer una frase, ver cierta película o escuchar la letra de una canción), lo llevará consigo el resto de su vida como una prueba de ese comienzo, y como algo a lo que vale la pena agradecer.

En el caso de un escritor, si encuentra ese punto de inflexión puede sentir la necesidad de expresarlo. Aquí, Eduardo Berti (1964), y ya que Faster se trata de una novela autobiográfica, bucea en su memoria y en las aguas pasadas y entrañables de su adolescencia hasta dar con ese momento, preciso pero a la vez con vocación de huida, como el recuerdo lleno de olvido que deja huecos preciosos que cubre la ficción.

Esta es la historia de un chico al que a los 14 años su amigo Fernán le abre las puertas de Los Beatles. Y con ellos surge la idolatría por el grupo de Liverpool, pero sobre todo por George Harrison, otro fervoroso apasionado de la Fórmula 1. Ese amigo le propone entrevistar al gran Juan Manuel Fangio para esa revista deportiva casera que publican con tanto esfuerzo. Porque sí. ¿Por qué no? Como Georges Perec en sus libros sobre la infancia, Berti va en busca de su adolescencia pero, si bien se emparentan en la alternancia de mundos paralelos y relacionados entre sí, y en un estilo simple y transparente pero que es, a la vez, sustancial, no son los traumas de la edad temprana creados por la guerra los que marcan el ritmo, sino esa aventura de lanzarse al periodismo. En este contexto, entrevistar al quíntuple campeón parece (ahora) una osadía que solo cabe en el entusiasta desenfreno que propicia una edad en la que todo está por descubrirse. Y sucede en 1979, en plena dictadura militar, aunque toda alusión al respecto se resume en «teníamos toda la inconsciencia y el candor que era posible tener en ese país, a esa edad, en aquellos tiempos negros». Y para qué más; «ese país», por otro lado, marca una distancia ligada tal vez al hecho de que hace más de veinte años que Berti vive fuera de la Argentina.

Sin embargo, y más allá de eso, queda la sensación de que no pudo ser una época más luminosa para el narrador, puesto que en esta novela de iniciación y de amistad, y también de reflexión acerca de la velocidad con la que pasa el tiempo, subyacen los caminos por los que la pasión por la actividad que sea puede llevarnos. Porque, ¿de verdad fue tal hecho el detonante de tal comienzo, o en realidad en el camino por realizar nuestros sueños, guiados por la más pura pasión, nos encontramos, indefectiblemente, con hechos que con el correr de los años nos parecen decisivos?

Como sea, hubo un tiempo en que el narrador tuvo sueños e ídolos. Y un maestro que le enseñó a ganar una carrera (ser periodista) y luego a ganar un campeonato: ser escritor, el escritor que el propio Berti es hoy, y que siempre quiso ser. Para llegar a ser, en definitiva, «una sola cosa con el coche: uno solo, piloto más automóvil, como esos músicos que son una única criatura, ellos y el fiel instrumento, como George y su guitarra que gemía muy gentilmente». Como Berti y su computadora, reinventándose en cada nuevo libro.

La lección del maestro, que pervive en las páginas de este libro cautivante, es lo que cada lector aprenderá también, sumido en el placer de su lectura. Y un final impecable, en la voz de Fangio, donde confluyen la modestia, la nostalgia que recorre toda la novela y un llamado a la ilusión de un futuro para aquellos que aún lo desconocen, pero lo intuyen. Cuatro líneas le bastan a Berti para conmovernos con esos trucos del tiempo que solo permite la buena literatura.

SILVIA RENEE ARIAS