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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La musa oscura

Pero, ¿qué pasa cuando el asesino ha leído a Aristóteles, en concreto, su Metafísica y se ha convencido de que el crimen perfecto sólo puede considerarse completo cuando el culpable del mismo se libra, en el inevitable juicio, de prisión? Que el juego de lógica está servido.

El día de su asesinato empezó para Lene Kulm como cualquier otro. Durmió hasta las once y después se encaminó hacia el matadero, donde hasta bien entrada la tarde se encargaba de recoger los huesos y los tendones inservibles de los cerdos y las vacas que se habían sacrificado. Pasó allí todo el día, y a su regreso, se topó con el nuevo vecino, el vecino de la buhardilla, el proresor, en el pasillo. Lo que ocurrió a continuación fue algo horrible, y Lene jamás pudo contarlo, porque, cuando terminó, ya no estaba en ninguna parte. Estaba muerta. Y su asesino parecía feliz. Monstruosamente feliz. No
a la manera en que, se diría, lo están los asesinos de un noir convencional. Porque La musa oscura, la primera novela que llega a nuestro país del reconocido autor de lo que podríamos llamar policial decimonónico, Armin Öhri (Ruggell, Liechtenstein, 1978), no es un noir convencional.

En un noir convencional, el autor tiende a desdibujar la escena del crimen para ocultar, en casi todos los casos, la identidad del asesino, y así perimitir que el lector juegue a calarse el sombrero y a fumar un cigarrillo tras otro mientras trata de reunir pistas y dar con el culpable, como un detective lector al uso. En ese sentido es no convencional los que propone Öhri. Porque lo que propone Öhri es un juego de lógica. Es decir, en las primeras páginas de la novela el lecor asiste literalmente al asesinato. Un asesinato sin desdibujar. Digamos, pues, que el lector conoce al asesino porque ha visto matar a sangre fría a la víctima. Pero, ¿qué pasa cuando el asesino ha leído a Aristóteles, en concreto, su Metafísica y se ha convencido de que el crimen perfecto sólo puede considerarse completo cuando el culpable del mismo se libra, en el inevitable juicio, de prisión? Que el juego de lógica está servido. En La musa oscura, pues, no se trata de reunir pistas, sino de desmontar hechos; de asistir al despliegue de ingenio con que el despiadado profesor de Filosofía construye su defensa; lo hacemos desde el curioso punto de vista de un dibujante, Julius Bentheim, un chico con sus propios problemas (está enamorado de la hija de un pastor, que no ve con buenos ojos su aventura, en especial, después de echar un vistazo a la clase de dibujos que Bentheim hace), cinculado a la bohemia de la época, y el lugar, el Berlín de 1865, lo que permite a Öhri incluir a personajes históricos tan fascinantes como el de la escritora feminista Fanny Lewald, o el del periodista y también escritor John Retcliffe, y darles un crimen en el que pensar. La escritura de Öhri, una auténtica rara avis en el género, es simplemente deliciosa. Domina a la perfección, desde su condición de treintañero del siglo XXI, un, decíamos, ambiente decimonónico que por momentos se vuelve de un gótico escalofriante, y que invita a un trayecto oscuro por un mundo que por completo no es desconocido, pero al que logra transportarnos por una impenetrable construcción de época que, de tan perfecta, parece haber sido escrita en el siglo del que habla. El componente lúdico intelectual es un hallazgo que demuestra lo ambicioso de una novela que, desde la lógica, pone en duda la idea de la justicia y de una sociedad que siente la mínima piedad por aquellos que no pueden jugar a ser Dios, como el profesor Goltz, porque, simplemente, nacieron en el lugar equivocado.

Laura Fernández