Bennett, aclamado en su día y hoy oscurecida su memoria, compuso esta increíble sátira plena de humor en 1908, mientras trabajaba en Cuento de viejas, su obra maestra. Giros inesperados, enredo y confusión, tramas impecables y diálogos de primera se unen en esta su novela de humor favorita para vertebrar una historia sobre la identidad, el arte, el papanatismo del público y el amor. Todo empieza cuando un pintor célebre por sus representaciones de policías y pingüinos -rico, cincuentón y tímido incurable- tiene la oportunidad de hacerse pasar por su criado recién fallecido. Pero eso, y la aparición de una mujer con derecho de pernada, es solo el principio de un gran divertimento sobre el que Borges vertió encendidas alabanzas.
Por Eugenio Fuentes.