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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La vida soñada de Rachel Waring

Este puede ser uno de los libros más sorprendentes que he leído en mi vida. Lo es por su planteamiento pero, también, por su desarrollo. Sorprendente… y desconcertarte porque es fácil que el lector cuestione una y otra vez a qué viene el cambio de la pr…

Este puede ser uno de los libros más sorprendentes que he leído en mi vida. Lo es por su planteamiento pero, también, por su desarrollo. Sorprendente… y desconcertarte porque es fácil que el lector cuestione una y otra vez a qué viene el cambio de la protagonista de la novela, tan repentino como radical.

Todo empieza cuando Rachel Waring recibe en herencia la casa de una tía lejana. En un arranque de una espontaneidad de la que ha carecido toda su vida (su madre era una fanática del buen comportamiento y educó a Rachel en la constante necesidad de hacer lo debido y no lo que uno querría hacer), se decide a cambiar toda su existencia por esa casa. Así, dejará su triste trabajo, su gris piso compartido y a su otra inquilina y se mudará de Londres a Bristol para habitar su nueva casa. Esta decisión implicará muchas más renovaciones en su vida: desprenderse de sus ahorros para reformar la casa, buscar un vestuario mucho más acorde con el clima y la gente de Bristol y esforzarse por construir y mantener una vida social inexistente hasta ahora.

El planteamiento y primer desarrollo de la novela recuerdan, pues, al proceso natural por el que la fea oruga cambia de residencia y, en ella, de piel (incluso de cuerpo y de esencia) para convertirse en una vistosa mariposa alegre y revoloteadora.

Una mariposa que, ahora sí, necesita ser amada por alguien a la altura de su nueva vida. Y ese amor estará intrínsecamente ligado a su nueva casa. Un amor que, primero, será deseo físico (el que sienta por el joven que diseña el jardín de su hogar) y que, después, será amor puro y fiel cuando descubra al morador originario de la que ahora es su casa.

El lector asiste, entre encantado y desconcertado, a la metamorfosis que experimenta Rachel Waring, sin poder dejar de plantearse preguntas importantes: ¿a qué responde este cambio tan radical? ¿Qué hay detrás de él? ¿Es posible que alguien sufra semejante transformación? ¿Puede uno dejar de ser quien ha sido toda su vida y convertirse en algo radicalmente opuesto? ¿O es que siempre fue mariposa y las imposiciones de lo esperado, maternas o de las convenciones sociales aprisionaron sus alas hasta mantener la apariencia de oruga más allá de lo recomendable?

Y mientras preguntas revolotean en la mente de lector mientras avanza a través de la novela, uno no puede dejar de sorprenderse, de sonreír y hasta de reír con las aventuras de la nueva Rachel Waring. El humor de lo incomprensible, de lo absurdo, de lo histriónico y de lo burlesco recorre toda la obra y deja, al final, un regusto amargo y triste, el de quien se da cuenta de que se ha estado riendo con (y de) alguien enfermo o discapacitado.

La contraportada de la novela recoge una cita de Doris Lessing en la que habla, precisamente, de la originalidad y la capacidad de sorprender de esta novela y se hace eco de las opiniones de críticos como John Carey, quien considera que esta es una de las obras capitales de la literatura inglesa del último cuarto del siglo XX. Mis conocimientos sobre la literatura inglesa, en general, y la escrita en la última parte del siglo pasado, en particular, no me permiten secundar ni refutar al crítico citado pero sí es cierto que es una obra muy muy peculiar, escrita con un estilo impecable y certero, que, desde el humor y el absurdo, lanza ciertas preguntas al lector, a modo de certeros dardos, y que promete unas horas de diversión no exentas, pues, de reflexión. Si a todo ello le añadimos la (como siempre) extraordinariamente cuidada y bella edición de Impedimenta, el resultado en una novela diferente de la que he disfrutado muchísimo.

Por Lidia Casado