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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Las novelas femeninas más ñoñas se escriben igual desde el siglo XIX

La escritora Mary Anne Evans, bajo el seudónimo George Eliot, desmonta los patrones del género rosa de la época victoriana en su ensayo `Las novelas tontas de ciertas damas novelistas´. Este libro, ahora reeditado en España, nos viene a decir que la calidad literaria de cierta novela sentimental se mantiene intacta desde el siglo XIX.

Este librito de apenas 60 páginas está firmado por la escritora Mary Anne Evans (1819- 1880) bajo el seudónimo masculino de George Eliot. Se titula Las novelas tontas de ciertas damas novelistas (Impedimenta, 2012). Fue publicado en el siglo XIX, en plena época victoriana. Hoy, mantiene su vigencia.

El ensayo de Eliot (o de Evans) recuerda la escasa calidad literaria de algunas novelas femeninas de su época, todas ellas narradas bajo los mismos patrones inverosímiles, bajo una estructura predecible y replicante; pero que, en cambio, sedujeron a millones de mujeres.

“El género de las novelas tontas escritas por mujeres tiene muchas subespecies que, según la calidad concreta de la tontería, pueden ser superficiales, prosaicas, beatas o pedantes”, escribe George Eliot en los prolegómenos de su ensayo.

En resumen, Eliot nos avisa. En el siglo XIX, el género rosa siempre abrazaba la historia de una joven heredera, de buena y aristocrática familia, o bien la de una Cenicienta que lograba escalar hasta la nobleza.

En dichas novelas, aparecerían también un barón siniestro, un duque bonachón, muchos aduladores o el hijo menor de un marqués. Además, entre los personajes secundarios, siempre estarían un cura o un poeta, que suspirarían por la damisela. Todos ellos, protagonistas supeditados, claro, a la intachable heroína novelesca.

El argumento es invariable, según Eliot. Ella es la mujer ideal que todos idolatran, pero que se casa con un marido equivocado. Sufre con las tretas de ese barón, malvado que suele morir en un duelo. Y el esposo inoportuno también fallece de una enfermedad mortal.

“No sin antes pedir a su esposa que le haga el gran favor de casarse con el hombre a quien realmente ama, pues ya se ha encargado de enviar una nota al amante para informarle del grato acuerdo”, escribe con sorna y crueldad Eliot en su ensayo.

Eliot clasifica con mordacidad este tipo de libros como literatura de “artimaña y confección”. Tilda estos escritos de banales, con escenarios aristocráticos poco creíbles y de un vocabulario hueco.

“Suele haber una dama o un caballero tan altos como un árbol malayo: el amante luce un porte varonil; la infancia es una etapa encantadora; el sol es una iluminaria que se reclina sobre el ocaso”, explica Eliot.

Las novelas tontas de ciertas damas novelistas, en definitiva, lo que descubre no es la carpintería de cómo escribir una buena novela, sino el paño tras el bordado de cómo está de mal escrita cierta literatura editada para mujeres durante la época victoriana.

En los años 90 triunfaron en España los libros taller que enseñaban cómo escribir una novela, cómo escribir un buen relato y un largo etcétera de buenos quehaceres. Ahora, este librito decimonónico de George Eliot desmonta el género de novela sentimental para que aprendamos, no las buenas costumbres de la escritura, sino todo lo contrario.

“No hace falta mucha imaginación para localizar el género de artimaña y confección del siglo XXI, pues se conserva casi idéntico al descrito por George Eliot”, enuncia Gabriela Bustelo, traductora y firmante del prólogo.

Bustelo cuenta, en negro sobre blanco, lo que cualquier lector piensa cuando termina de leer Las novelas tontas de ciertas damas novelistas. Nada ha cambiado en el género rosa desde el siglo XIX hasta nuestros días.

No en vano, Bustelo señala como buenas continuadoras de esta literatura de “artimaña y confección” a escritoras superventas actuales, como Isabel Allende, Helen Fielding (El diario de Bridget Jones) o Candace Bushnell (Sexo en Nueva York).

Habría que preguntarse cómo catalogaría hoy Mary Anne Evans estas novelas, si de toquilla blanca o de antiguo remozado, dos subespecies que también enuncia en su ensayo Las novelas tontas de ciertas damas novelistas.