cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Leer la vida

Cada uno tenía su pasado encerrado dentro de sí mismo, como las hojas de un libro aprendido por ellos de memoria; y sus amigos podían leer sólo el título». Las palabras de Virginia Woolf, la habitación propia, el eterno femenino, la libertad de escritura y la lectura pueden enmarcar la atmósfera de esta mirada sutil que se posa sobre la vida como se lee una última página de un gran libro: con algo de placer consumado y melancolía por lo que definitivamente ha concluido. En ese equilibrio de exaltación de vida y sombra de muerte, de libertad y opresión se mueve esta historia en femenino singular enfrentada a una estructura coral cargada de poder, intolerancia y prejuicios.

Isabel Coixet, cuyo cine ha venido mutando con aparente facilidad sin que ello haya perjudicado la esencia de una cineasta de caligrafía personal e intensa sobre la que no cabe andarse con medias tintas, ha abordado tras varios cortos y proyectos documentales una adaptación pulcra, meticulosa y compleja bajo la pátina de sencillo y estético retrato. Esa mezcla de naturalismo e impresionismo, su incursión y diálogo con el paisaje, el de la naturaleza y el humano, y la colisión del deseo y el sueño personal frente a los obstáculos de una comunidad instalada en la superficialidad y las etiquetas sociales y morales, conjuga una delicada y hermosa celebración de la libertad y un elogio de la lectura como viaje, descubrimiento y estancia pasional. La directora de ‘Mapa de los sonidos de Tokio’ que, en los últimos tiempos, ha realizado proyectos tan dispares como ‘Ayer no termina nunca’ y ‘Nadie quiere la noche’, despliega en ‘La librería’ una lección de sensibilidad encajada en una puesta en escena que acentúa esa simbiosis entre la apariencia y el mundo interior, la libertaria fuerza de la naturaleza y el ruido de la vulgaridad, la complejidad de las emociones y la defensa del buen gusto o el respeto al otro. La estética british de esta adaptación de la obra de Penelope Fitzgerald se filtra con una mirada sobre el mundo que se expande de lo pequeño -el pueblo- a lo universal, los libros y su invitación permanente. En su tono aparentemente comedido y austero late una vibración emocional que recorre las entrañas de este cuento de mujer con libros, de coraje y deseo de ser libre. Es ese juego de contrastes, la red de afinidades y complicidades entre algunos personajes y esa constante sensación de ir posándose sobre las cosas. El lenguaje de ‘La librería’, con su gramática propia, ofrece sugerencias, construye castillos en el aire que pueden sentirse y abre cínicas defensas frente a la amargura y los enemigos de la libertad. Entre libros anda el juego. Entre ‘Crónicas marcianas y ‘Lolita’, entre miradas, silencios, querencias y vínculos. Una película que es una cartografía humana para leer personas y acceder a los capítulos existenciales, conscientes de que nunca terminaremos la lectura. Sugerencia y conmoción como marcapáginas de instantes donde fluye la vida.