En primer lugar, sin abrir el libro, ya nos encontramos ante una portada maravillosa, una ilustración digna de ampliar, enmarcar y colocar en cualquier pared preferente en una casa. Pero bueno, la portada es lo de menos.
Lo primero que uno piensa cuando se decide a leer este libro es que primero, va a ser difícil superar a “El hombre que plantaba árboles” y que, a lo mejor por recelo, crees que va a ser algo flojo. Nada más lejos de la realidad.
Es algo atractivo desde el primer momento, rozando el género policíaco, con extraños sucesos que se encadenan unos a otros, resolviendo unos y dejando abiertos otros, manteniendo el interés de principio a fin.
Jean Giono (1895-1970, Manosque, Francia) hijo de un zapatero anarquista y una planchadora, tras unos inicios de trabajador como mozo, dependiente y subdirector de una oficina bancaria, se encontró sin trabajo y “pudo” dedicarse por completo a la literatura. Por aquél entonces, ya había publicado “Colline“.
“Un rey sin diversión”, la primera de sus “crónicas novelescas” es una narración que atrae, que hace que pases frío al leer descripciones de la nieve en la provenza, que te veas envuelto entre cadáveres y que quieras saber dónde diablos está la joven desaparecida.