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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Hay afortunados capaces de estar solos rodeados de gente»

El autor vasco publica «El silencio y los crujidos», tres historias sobre la soledad voluntaria en distintas épocas y escenarios.

Una columna en medio de la nada en el siglo VI en Constan­tinopla, la parte alta de un tepuy amazónico -una meseta en altura­- a mediados del siglo pasado y una torre menorquina en nuestra épo­ca. Ese es el recorrido espacio-tem­poral que realizan los tres ‘Juanes’ que protagonizan El silencio y los crujidos (Impedimenta), lo último del escritor Jon Bilbao. Novela o cuento, cada cual puede leerlo como quiera, aunque son tres historias «acumulativas y la tercera se entien­de mejor si se han leído las otras», dice Bilbao. Es un tríptico sobre la soledad voluntaria, gente que no ne­cesita a otra gente (o eso cree).

– Qué lejos hay que irse para estar solo.
-En este libro la soledad es volunta­ria y rigurosa, y eso es costoso a ni­vel material y emocional. Los dos pri­meros ‘Juanes’ optan por una sole­dad un tanto exagerada u operística, difícilmente sostenible, mientras que el otro, como ha aprendido de sus anteriores encamaciones, la afronta al cabo de un plan minuciosamen­te urdido que le proporciona una so­ledad real, tan real que casi ni siquie­ra está presente él en el relato. Ha triunfado y no podemos llegar a él.

– ¿Remiten a ideas diferentes de lo sagrado, de aquello que está en el centro de la sociedad? ¿En un tiempo fue Dios, en otro la Cien­cia y hoy la Tecnología?
– Eso no se me había ocurrido (risas).

– El primero quiere ser visto por Dios, ¿pero es la Red la que todo lo ve?
– El último Juan, para poder perma­necer solo mucho tiempo y no de­pender de nadie, necesita una cuen­ta corriente bien nutrida y para eso idea ese engendro de internet rela­cionado con la pomografia que afec­ta a la sociedad a gran escala. Para obtener una intimidad blindada, re­formula la intimidad de millones de personas.

Voces diferentes

– En estas narraciones, siempre hay algo que desvía la atención.
– Los crujidos, las alteraciones de ese silencio que podemos considerar el equivalente de la soledad. Pero los peores crujidos no son los que pro­vienen de fuera, sino del interior de los propios solitarios cuando empie­zan a descubrir que la soledad no es como pensaban o que ellos mismos no son como pensaban. Se ven inca­paces de sostenerla.

– ¿Qué es la soledad?
– Es estar cómodo contigo mismo y para eso hay personas que necesitan espacio a su alrededor y silencio, y otras, afortunadas, son capaces de conseguirlo rodeadas de gente.

– Hay algo inquietante en alguna de las partes del tríptico, pero por lo demás es muy diferente a lo que ha escrito hasta ahora.
– Hay lectores que me dicen que este libro les ha desconcertado porque me voy muy lejos para ir llegando al pre­sente. Quería voces diferentes pero en realidad el motivo, me di cuenta al final, había sido inconsciente: el tema me es tan personal que me daba pudor afrontarlo de manera directa y he optado por lo lateral, por irme lejos en tiempo, espacio y estilo.

– La relación entre el segundo Juan, biólogo, y una anaconda es inquie­tante y al mismo riempo hasta bo­nita, ¿no?
– Me lo pasé muy bien con esa par­te, y fue la mas dificil de escribir por­que es una historia sobre un biólo­go subido en una meseta montaño­sa y una anaconda, no hay mas. Y sin embargo creo que hubo química en­tre ellos (risas), se cuidan, se curan, se alimentan.

ELENA SIERRA