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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«La cámara verde» de Martine Desjardins: La caída de la casa Delorme

Resulta curioso y hasta cierto punto sorprendente que la ciudad de Montreal tenga a dos de sus más (re)conocidas ciudadanas a mujeres con idéntico nombre y apellido. A buen seguro, la escritora Martine Desjardins (n. 1957) se toma el hecho que tenga una “rival nominal” —la activista política nacida en la capital del Québec en 1981— con ese sentido del humor tan particular —que transita por el arco de distintos tonos oscuros— que muestra en su quinta pieza literaria, La cámara verde (2017), editada por primera vez en lengua castellana gracias al sello Impedimenta.

Asimismo, la confusión puede darse en relación a este título, idéntico —en su original: La chambre verte— al film dirigido por François Truffaut en 1978 —completando así el denominado «Ciclo de las velas»— a partir de diversos relatos escritos por Henry James. Este último contribuyó sobremanera a la literatura gótica con piezas como Otra vuelta de tuerca, de cuyo inmueble principal —un imponente castillo victoriano— Martine Desjardins (escritora) toma el molde para crear una ficción literaria con la peculiaridad que acontece en Montreal en el periodo presente y hace del humor negro una carta abierta a que el lector transite por sus páginas esbozando una media sonrisa.

Sobrepasado con creces el centenar de libros publicados, a fecha de hoy, por Impedimenta, si desplegáramos un virtual mapamundi para ubicar el origen de los autores que forman parte de este suculento catálogo la “plaza” de Canadá quedaría cubierta por Martine Desjardins con esta delicatessen que se lee con fruición, asomando un timbre propio que, si acaso, recuerda de soslayo la literatura de David Nobbs (un nombre alineado geográficamente con multitud de escritores en la “casilla” de Gran Bretaña; no en vano, una de las señas de identidad de Impedimenta) en esa descripción de personajes reglados por conductas esquivas a la ortodoxia, y Jane Austen, Penelope Fitzgerald o Stella Gibbons cuando el foco se concentra en el personaje de Penny Sterling, la mecha que prende para que estalle en mil pedazo el (des)orden que impera en la hacienda de los Delmore, una «familia Monster» con acento quebequés. Horneada a fuego lento verbigracia de una narradora que bien hubiera podido formar parte del gremio de escritores con sello so british, La cámara verde hace del humor negro su estilete en un espacio invadido por una familia que trata de sacar tajada de la posibilidad que uno de sus miembros contraiga matrimonio con Penny Sterling, un nombre que adopta un doble significado vinculado con ese “principio activo” (el dinero) inspirador de una especie de congregación de corte sectario con domicilio fiscal en la cámara verde de marras. En las páginas dedicadas a pormenorizar las cuestiones que implican a esta congregación familiar —Diana Arbus hubiera tenido material de sobras para ampliar su catálogo fotográfico de personajes freakies, en singular las hermanas Mórula, Glástula y Blástula (sic), auténtico compendio de lo “antifemenino”— en que el Dinero se revela un Bien supremo, objeto de adoración y sujeto a un mandamiento de obligado cumplimiento sopena de adoptar medidas drásticas por parte del patriarca Louis-Dollar (otro apellido con intencionalidad «redoblada»), Martine Desjardins eleva la mirada por encima de ese ejercicio de descripción de ambientes y de presentación de personajes que hacen acto de presencia en la primera parte del libro. El ardid que se dibuja en las páginas finales no es más que la constatación de la habilidad de Martine Desjardins por conducirnos hacia los derroteros de una literatura barnizada de ironía, con apremio a que el lector sienta compasión por esos personajes desnortados, cuando no yendoal precipicio moral e imaginario.

Presumiblemte, La cámara verde sea el punto de partida por parte de Impedimenta para que integre algunos de los otros títulos de la autora canadiense a su selecto catálogo, con especial atención por Maleficium (2009), incursión en la novela fantástica que, a buen seguro, despertará la curiosidad de muchas aficionados a este género literario. Por esta pieza Desjardins recibió el premio Jacques Brossard, distinción que ha repetido con La chambre verte, una de esas apuestas que permiten descubrir un talento literario indiscutible, que realiza inserciones en la piel humana de una innoble familia canadiense empleando a modo de cutícula un humor de exquisita finura y precisión en su lenguaje, no exento de expresiones (por ejemplo, “pimplar”) captadas a ras de calle.