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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«La enciclopedia de la tierra temprana», de Isabel Greenberg

Narraciones yuxtapuestas, autorreferenciales, en una espiral infinita cuyo objetivo final es contarnos una historia de amor de gran belleza (y simpleza) visual entre un cuentacuentos y su (literal) alma gemela.

¿Qué tienen en común las mitologías griega, escandinava, judía y cristiana? Que ninguna de ellas existe en la Tierra Temprana, pero en realidad todas lo hacen, conformando la Historia de Nord, Britanitarka, el Imperio Bavelio y el Polo Sur, observados desde el Castillo de las Nubes por el dios-águila Hombre Pájaro y los Cuervos, sus hijos Kid y Kiddo. Adentrémonos, pues, en los mundos de La enciclopedia de la tierra temprana.

Narraciones yuxtapuestas, autorreferenciales, en una espiral infinita cuyo objetivo final es contarnos una historia de amor de gran belleza (y simpleza) visual entre un cuentacuentos y su (literal) alma gemela. Ésta es la premisa y el marco principal de La Enciclopedia de la Tierra Temprana que, como advierte desde su contraportada, no es realmente una enciclopedia sino una “obra épica de ficción” donde entrelazar historias creando su propio microcosmos, que toma los orígenes de las civilizaciones como excusa para narrar la aventura igualmente épica del amor.

Y lo más sorprendente es que esta novela gráfica es el debut de su autora, puesto que Isabel Greenberg no había publicado hasta ahora más que historias breves, de entre las cuales destaca la base para la presente obra, “Love in a very cold climate”, que le valió el premio a la Mejor historia gráfica corta de 2011, entregado por The Observer en colaboración con Jonathan Cape Ltd. Es decir, estamos ante una debutante que entra por la puerta grande en el mundo editorial y que no me extrañaría que empezase a sonar fuerte en los años venideros.

Tras ese prólogo que ofrece el marco de representación de los diferentes relatos contenidos en esta obra, se nos presenta un giro sobrenatural al mito del Rey Salomón y el famoso juicio del niño de dos madres, tres en este caso. De aquí llegamos a una de esas múltiples referencias, reflejando el largo viaje del protagonista como la Odisea de Homero, enfrentándose a cíclopes y sirenas. La conexión con esta obra también se produce a través del oficio del protagonista, el de Narrador (storyteller), formando parte de la misma tradición oral que los poetas de la Antigua Grecia, los cuales memorizaban los pasajes de Homero para cantarlos después de pueblo en pueblo y de certamen en certamen.

Del mismo modo, al plasmar el mito de la creación de la región de Britanitarka, recurre a la concurrencia entre mitología griega y escandinava, presentándonos a los dioses repeliendo y confinando a los males y abominaciones (o titanes) en una prisión de hielo; o explicando la formación del planeta Tierra como una esfera de barro de la que crece, para sostener el firmamento, un poderoso y gigantesco árbol (¿alguien ha dicho Yggdrasil?). Y la sucesión de referencias hipertextuales a mitos varios se suceden sin descanso en esta nueva mitología de la Tierra Temprana, llegando incluso a la Biblia con el enfrentamiento entre Caín y Abel reinterpretado para incluir a una mujer como motivo de la disputa, al igual que los sentimientos resultan clave para la revisión del mito de Noé, de la Torre de Babel, de Jonás y la ballena…

Y si el leitmotiv de la obra es la búsqueda por parte del protagonista de un fragmento de su alma, es decir, en cierto modo, de su alma gemela, esta representación tan gráfica de la porción del alma como una falta, una necesidad irrefrenable por rellenar su hueco, deberíamos remontarnos a Platón, al mito del Andrógino que, en El Banquete, proponía Aristófanes:

«En otro tiempo la naturaleza humana era muy diferente de lo que es hoy. Primero había tres clases de hombres: los dos sexos que hoy existen, y uno tercero compuesto de estos dos, el cual ha desaparecido conservándose sólo el nombre. Este animal formaba una especie particular, y se llamaba andrógino, porque reunía el sexo masculino y el femenino; pero ya no existe y su nombre está en descrédito. En segundo lugar, todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías, unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción.»

Como castigo divino, Zeus separó a los hombres primigenios en dos mitades y Apolo, dios del Amor, les curó las heridas aunque, apiadado de ellos, les trasladó los órganos reproductores a la parte delantera. De este modo, a pesar de haber sido separados por toda la eternidad, si alguna vez llegasen a encontrar a su otra mitad, tendrían un modo de volverse a unir:

«[…] esto es, el deseo de estar unido y confundido con el objeto amado, hasta no formar más que un solo ser con él. La causa de esto es que nuestra naturaleza primitiva era una, y que éramos un todo completo, y se da el nombre de amor al deseo y prosecución de este antiguo estado.»

Es esto lo que motiva, sin conocerlo aún el protagonista, el gran viaje que conforma la obra de Greenberg.

Y si la multirreferencialidad de la obra no fuese suficiente, ya he adelantado antes que es, además, continuamente autorreferencial, girando sobre sí misma a través de diferentes puntos de conexión con un importante grado de meta-historia. Narradores que se encuentran con narradores que cuentan cuentos sobre narradores que contaban cuentos. Todo ello dota a La Enciclopedia de la Tierra Temprana de un cierto aire, precisamente, enciclopédico, puesto que sienta las bases de ese mundo imaginado mediante mitología reciclada y copiosa información en forma de relatos sobre las diferentes tribus y clanes que lo pueblan.

Sin embargo, lejos de resultar farragoso o excesivo, Isabel Greenberg emplea este recurso para narrarnos gran variedad de historias, tanto en género como en forma, prestando atención a pequeños detalles y formando un conjunto tan atractivo como bien cohesionado. Cuando termina la obra, el lector mismo puede llegar a sentir un vacío, una necesidad de saber más, de viajar con el protagonista hacia los rincones no visitados de los mapas que nos muestran, de conocer a los narradores de esas tierras lejanas y, en general, de descubrir nuevas historias.

La delicadeza, imaginación y complicidad que desprende Isabel Greenberg a través de estas páginas, implicando al lector, haciéndole volver atrás para recordar o revivir ciertos matices, interrelacionando historias y manteniendo el corpus de los cuentos narrados como un todo homogéneo, hacen de The Encyclopedia of Early Earth un producto redondo que se regodea en su perfecta imperfección y conquista el corazón del lector irremediablemente.

Por Ander Luque