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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«La poeta y el asesino», Simon Worrall

Mark Hofmann, uno de los más importantes falsificadores del siglo xx se debatía entre ser aceptado y querido por la Iglesia mormona y su afán por derribar los cimientos sobre los que esta se había construido.

Empezar a falsificar documentos históricos que pusiesen en tela de juicio los principios sobre los que se asentaba la Iglesia SUD (Santos de los Últimos Días) se convierte en un negocio y en una obsesión.

Unas planchas de oro que nunca han aparecido y a partir de las cuales Joseph Smith (el manipulador y misógino fundador de la Iglesia mormona) escribió el Libro de Mormón, un libro del que faltan un buen número de páginas… Hofmann conoce bien la historia de la confesión a la que pertenece, gracias a ello y a sus contactos puede empezar a crear documentos con los que negociar.

Para construir una historia es mejor avalarla con documentos que prueben la verdad que defendemos apasionadamente. La Iglesia mormona, como Worrall recoge a lo largo de más de trescientas páginas, ha intentado hacerse con los documentos que validasen la historia que millones de fieles creen. Pero Hofmann les daba lo contrario, manuscritos que sería mejor hacer desaparecer, pruebas que refutarían los principios del mormonismo. Documentos que, tras ser verificados y considerados auténticos, alcanzaban un valor de miles de dólares. Un negocio redondo ideado por un mormón ejemplar al que ninguna de las autoridades de la Iglesia SUD cuestionaría.

Worrall (Wellington, Inglaterra) ha escrito un libro que hace nos plantemos el valor de lo auténtico; nos adentra en el apasionante mundo del coleccionismo —especialmente el de los manuscritos atribuidos a personajes célebres de la historia—, el negocio de las subastas, los intereses que generan determinados objetos, así como la falta de escrúpulos de algunas de las personas que participan de un negocio que mueve millones.

Dos personajes complejos y enigmáticos como Emily Dickinson y Mark Hofmann: unas vidas con muchos claroscuros. Sobre la vida de Dickinson, en muchos aspectos la historia se sigue moviendo en el terreno de la hipótesis, con Hofmann sucede lo mismo porque no nos podemos fiar de su versión de los hechos, quizá toda su vida haya sido una falsificación. Un hombre capaz de engañar a un detector de mentiras, de imitar la firma de los prohombres de Norteamérica y de mucho más… ¿También un asesino?

La poeta y el asesino es muchísimo más que la historia de un falsificador que logró imitar la caligrafía de una de las poetas más importantes de la historia de la literatura, es un texto apasionante; abruman los detalles sobre la Iglesia mormona, el arte de las falsificaciones, la vida de Dickinson o el mundo de las subastas… Worrall cuenta mucho, muy bien y de una forma tremendamente amena. Después de esta lectura nos cuestionaremos si algunos de los objetos que albergan las vitrinas de los museos que visitamos son obra de quien indica en la cartela o, por el contrario, del ingenio de un artista falsificador.

Ana Doménech