cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«La saga Flora Poste», en Cine y Letras

Debo confesar que las dos novelas de Stella Gibbons reunidas por Impedimenta en este precioso estuche son una auténtica revelación. Es más: creo que se convertirán de inmediato en obras de cabecera para todo lector que aprecie la ironía, la inteligencia, el encanto y los placeres secretos de ese extraño planeta llamado Inglaterra.

Gibbons nos dejó en diciembre de 1989. Fue enterrada en el cementerio Highgate de Londres, junto a su marido, el cantante y actor Allan Webb. Las necrológicas destacaron sus muchas virtudes como poetisa y novelista: su rigor, profundidad y sutileza a la hora de poner por escrito la idiosincrasia de los ingleses y de su entorno.

Como pista, añadiré que su sentido del humor se sobrepone a una experiencia vital dramática que podemos resumir con otro funeral: el de su madre, muerta en 1926 a los 48 años. Durante el servicio religioso, el padre de Stella, un médico violento y atormentado, liberó esa sinceridad que inspira el alcohol: «¡Oh, era una zorra! –le oyeron decir– ¡Nunca cocinó como es debido! ¡Lo que tuve que aguantar!»

Poco después, ese mismo año, Stella también se quedaba sin padre.

Flora Poste, la protagonista de La hija de Robert Poste (Cold Comfort Farm, 1932), es huérfana como ella, y los parientes que la acogen, los Starkadder, no son muy diferentes de la auténtica familia Gibbons, exceptuando, claro está, los detalles menos felices.

«La educación que Flora Poste recibió de sus padres –leemos– había sido cara, deportiva y larga; y cuando murieron (…) la joven se reveló como poseedora de todas las artes y talentos necesarios para ganarse la vida». Sin embargo, Flora es tan sofisticada que no quiere trabajar. En realidad, sueña con convertirse en una especie de Jane Austen moderna.

Los Stakkader viven en Cold Comfort Farm, una granja de Howling, en los Downs, esa zona de Sussex donde Kenneth Grahame ambientó su cuento El dragón perezoso.

Decir que estos familiares de Flora –la prima Judith, su marido Amos, sus hijos, sus cinco medio primos y dos medio hermanos– son excéntricos es quedarse corto.

Por otro lado, cuando esta chica de ciudad quiere organizar su vida y reorganizar la de los demás en Cold Comfort, debe enfrentarse con la influencia funesta de la matriarca, su tía Ada Doom, la hermana mayor de su madre.

Aunque los Stakkader experimentan emociones y prejuicios propios de la Inglaterra victoriana, Flora se empeña en aplicar el sentido común para traerlos al siglo XX. Mientras, hace lo posible por aguantar el carácter de tipos como el señor Meyerburg –o Mybug, como prefiere llamarle–, un escritor con fijación por el sexo, acaso un avatar literario de D.H. Lawrence.

En la novela, plagada de ingenio y dobles sentidos, Gibbons sigue el método infalible de retratar la Inglaterra profunda parodiando los novelones románticos de Mary Webb (1881-1927), entre ellos The House in Dormer Forest y su precedesor, Gone to Earth (1917), llevado al cine en ese melodrama excesivo y tirando a angustioso que es Corazón salvaje (1950), de Michael Powell y Emeric Pressburger.

Más allá de las influencias de las que se sirve la autora para su sátira –en particular, las novelas rurales de entreguerras, firmadas por Sheila Kaye-Smith y Mary E. Mann–, lo cierto es que resulta imposible resistirse a la gracia, el buen gusto y la inteligencia de La hija de Robert Poste.

flora-poste-y-los-artistasLa secuela, Flora Poste y los artistas (Conference at Cold Comfort Farm, 1949), es el segundo libro que contiene este estuche editado por Impedimenta.

Han pasado dieciséis años desde los acontecimientos narrados en la novela anterior. Flora se ha casado con su primo Charles Faitford y ahora es madre de cinco hijos. Como Amos se ha ido a América para fundar la Iglesia de la Hermandad de los Benditos Estremecimientos, otro primo de Flora, Reuben es el heredero de Cold Comfort, que cambió mucho desde que buena parte de los Starkkader se fueron a vivir a Sudáfrica.

En la granja, remodelada como un museo de estilo rústico, va a celebrarse la Conferencia del Grupo Internacional de Intelectuales, entre cuyos estrafalarios eventos figura una Exposición Monográfica de Arte Perecedero.

Aunque se trate de una novela identificable con la personalidad de Flora, nadie puede negar que las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial tienen mucho peso en esta nueva sátira, bastante menos luminosa que su predecesora.

Con mayor o menor dificultad, podemos detectar afinidades entre el espíritu de los asistentes a la Conferencia y las vacas sagradas de la cultura inglesa de aquellos años. Me imagino que esa condición paródica fue aún más ruidosa en las fechas en las que el libro salió de imprenta.

Flora Poste y los artistas no es un ajuste de cuentas, por supuesto. Pero debo precisar que lo más atractivo de la obra es la forma en que Gibbons exprime a los intelectuales como un limón, retratando a algunos de ellos como sabios excéntricos, frívolos o imprudentes, de esos que se fijan en mucho pero no entienden casi nada.

Termino con esta curiosidad: en 1995 BBC Films produjo una estupenda adaptación de La hija de Robert Poste, con Kate Beckinsale en el papel de Flora, Rufus Sewell como Seth, el hijo de los Stakkader, Stephen Fry como el señor Mybug, e Ian McKellen dando vida a Amos. Créanme: no es mala idea revisar esta película después de leer las dos magníficas novelas de Stella Gibbons.