cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Las novelas tontas de ciertas damas novelistas», de George Eliot

George Eliot era el pseudónimo de Mary Anne Evans (1819-1880). Fue una de las grandes figuras de la narrativa inglesa. Usó un nombre masculino para que su obra fuera tomada en serio ya que pocas escritoras escribían con sus verdaderos nombres, aunque había excepciones: las hermanas Brontë.

Por otro lado también quiso evitar el escándalo que suponía mantener una relación extramatrimonial con el periodista George H. Lewes que duró desde 1854 a 1878, fecha en que falleció.
Las novelas tontas de ciertas damas novelistas es un pequeño ensayo de George Eliot sobre la novela tonta (o rosa) y empieza así: “El género de las Novelas Tontas Escritas por Mujeres tiene muchas subespecies que, según la calidad concreta de la tontería que predomine en ellas, pueden ser superficiales, prosaicas, beatas o pedantes. Pero la amalgama de todas estas subespecies variopintas produce un género-basado en la fatuidad femenina – donde pueden incluirse la mayoría de estas novelas, que podríamos llamar del estilo de “artimaña y confección” (pág. 15)”. Toda una declaración de intenciones.
A partir de aquí pone varios ejemplos de novelas tontas teniendo en cuenta las subespecies referidas en el primer párrafo del ensayo, aunque nos indica el título pero no el nombre de las autoras. Según explica la prologuista y traductora, Gabriela Bustelo, estas novelas son objeto de estudio en los cursos de escritura en Inglaterra.
Comienza hablando sobre Compensación, una novela de “artimaña y confección”. No tiene desperdicio el diálogo de una niña de cuatro años con su madre. Eliot acaba el texto haciendo la siguiente reflexión: “No sorprende descubrir que este portento infantil, cuyos síntomas tienen un preocupante parecido con los de una adolescencia anulada por la ginebra, desciende de una madre que también es un verdadero fénix” (pág. 21).
La siguiente novela sería Laura Gay, seguiría Rango y belleza, El enigma: un fragmento de las crónicas de la Casa Wolchorley, La vieja iglesia gris y Adonías, un relato de la diáspora judía.
Es una lástima que no sepamos el nombre de las autoras de estas novelas. He intentado buscar información a través de internet pero no he encontrado ninguna referencia sobre ellas. Creo que si la prologuista tenía esta información habría sido estupendo compartirla con los lectores de este ensayo.
En Las novelas tontas de ciertas damas novelistas hay párrafos realmente demoledores. He aquí una muestra:
“Las novelas tontas transcurren casi todas en el entorno de una alta sociedad de enorme elegancia. Pensábamos que las mujeres necesitadas se hacían novelistas, como se hacen institutrices, porque ambas ocupaciones permiten ganarse el pan de un modo bien visto por la sociedad (…). Bajo la mala literatura había un estómago vacío; bajo la tontuna, un mar de lágrimas” (pág. 18).
Haciendo referencia a El enigma, “Si, tal como se acepta universalmente desde hace tiempo, una gran preparación cultural no hace sabio a un hombre, una preparación cultural mínima basta para hacer sabia a una mujer. Y la modalidad más traviesa de la tontería femenina es la modalidad literaria, porque tiende a confirmar el prejuicio popular contra una educación femenina más sólida” (pág. 43).
O, “el intelecto medio de las mujeres está mal representado por el grueso de la literatura femenina, pues las pocas autoras que escriben bien están muy por encima del nivel intelectual de las mujeres en general, pero las numerosas autoras que escriben mal están muy por debajo” (pág. 56).
Otras novelas hacen alusión a este tema. Podemos encontrar un párrafo en la novela Unos ojos azules del escritor Thomas Hardy (1840-1928), que coincidió en el tiempo con la Sra. Eliot, en el cual la protagonista, Elfride Swancourt, ha escrito una novela y cuando su madrastra se entera de que no tiene intención de publicarla le dice lo siguiente: “Pamplinas, hija mía. Publícala, sea como sea. Todas las señoras lo hacen hoy en día; no para ganar dinero, como puedes imaginar, sino como garantía de que sus futuros maridos las respetarán intelectualmente” (pág. 160. Editorial de Debolsillo, febrero 2010).
Actualmente podríamos decir que las novelas tontas serían las denominadas chick-lit, por ejemplo, El diario de Bridget Jones (Helen Fielding) o cualquier título de Marian Keyes o lo que es lo mismo, cualquier libro de cualquier escritora de las sagas de los señores de las tierras altas de Escocia, los Highlanders, hombres guapísimos, feroces guerreros y que se vuelven tiernos cuando conocen a la mujer más joven y bella del mundo y, sobre todo, virgen y sexualmente muy activa y que, pese a que han luchado a muerte por salvar a la heroína, huelen a lavanda. No sé qué pensaría la señora Eliot al respecto si leyera una de estas novelas.
Me quedo con la frase que dice Cristina Armiñana, referida en el prólogo, al respecto de la novela rosa y esto se puede aplicar en las novelas de todos los tiempos: “Las mujeres buscan hombres que aún no existen. Los hombres buscan mujeres que ya no quedan. Y las novelas románticas hacen realidad ambos sueños”. Sobran las palabras.
George Eliot debió de causar mucho revuelo en su época al publicar este ensayo, sobre todo si las autoras eran conocidas.

Por Pilar Ibáñez