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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Piscina Molitor»

En un secreto club de jazz de cualquier distrito de París podremos escuchar a un Boris Vian, poeta musical, tres veces por semana. Quizás más. Hasta que el corazón aguante. El santo y seña lo encontrarán en las páginas de Piscina Molitor.

Por Verónica Lorenzo

Cuando toca el turno de hablar sobre Boris Vian, hay un dato terriblemente imposible de mencionar, y es que, a pesar de todo, del tiempo y de las generaciones que pasen, que por mucho que se diga que la literatura vive en declive, que se declare la muerte del libro en papel, que si blablablá; a pesar de todo, Vian es referencia, bandera de escritores, influencia importante. Quizás sea su obra, quizás sea él, o su polimatía. Literato, traductor, músico e ingeniero.

La muerte lo pilló joven, aunque no desprevenido. Su corazón marcaba el ritmo de su vida, desde que sufrió las fiebres en su infancia. Le acercó a la música y a la literatura, bebió de las artes y construyó con ellas la provocación de un nombre. Tú dices Boris Vian y el cuerpo tiembla. Boris Vian. Boris Vian. Boris Vian. Sonoro nombre. Provocador de las letras. Trompetista recordable. Hombre entregado. Dos caras.

Podemos hablar de su obra o de su vida, pero todo parece ligado. De hecho así nos lo muestran en esta obra ilustrada, Piscina Molitor: la vida swing de Boris Vian, que ha publicado Impedimenta este año. Con letra y música de Cailleaux y Bourhis, viajamos en el tiempo, un nudo de corbata de la familia Vian, un joven Boris
que se muda con su familia a una casa más humilde, y que ve cómo su padre trabaja por primera vez en su vida. Un joven con fiebres, ávido lector, que inicia su contacto con la música. Un joven estudioso que se hace ingeniero, que luego trabaja para la AFNOR (Agence française de normalisation). Un literato que traduce, que escribe sus novelas, poesías. Un joven amante, que ama mucho y pronto para luego abandonar, dejar marchar, “no te encariñes conmigo”. Un músico que toca al menos tres veces por semana y compone canciones que interpretarán Henri Salvador, Petula Clark, Jane Birkin, Mouloudji, Arthur H, Les Charlots, Juliette, Joan Baez, Mina, Magali Noël, Olivia Ruiz, Maria-José Casanova, etc. Artistas de ayer y de hoy que encuentran en el joven Vian la esencia de Francia.

Los latidos de tu corazón se oyen desde la cama

¿Cómo puedes, Boris Vian, vivir así? El último día de su vida en la Piscina Molitor, antes de acudir de incógnito al preestreno de la adaptación cinematográfica que hizo Charles Belmont de su novela L’écume des jours en el año 1968. Entre tanto, recuerda. Raymond Queneau se pasea por estas páginas, como su mayor defensor, el artista que consiguió publicarle su primera novela en la gran casa Gallimard, su gran amigo, la puerta de un grupo literario que vivía su mayor apogeo desafiando los convencionalismos de la literatura del siglo pasado.

La música no se agota, cantante, músico y letrista, busca en este arte su segunda inmortalidad. Pero la censura lapida ese deseo, como también en la literatura. En Piscina Molitor, se recuerda el juicio sobre Escupiré sobre vuestra tumba. Vian había escrito la novela bajo el seudónimo de Vernon Sullivan y traducido por Boris Vian (eso decía). En ella Lee Anderson, un hombre de raza negra, busca vengarse de los blancos que asesinaron a su hermano por haberse enamorado de una joven blanca. Esto así, grosso modo, porque en sí la historia tiene mucho de todo, carne de provocación, según se mire. Desde luego para la época fue una llamada de atención (claro que en su momento también Flaubert y Baudelaire fueron censurados bajo argumentos similiares). Piscina Molitor recoge el momento de la última palabra del fiscal, cuando dice: «Señor presidente, durante el proceso se han tratado muchos temas: la literatura, por supuesto, América y el problema negro, América y sus preocupaciones sociales… temas que aborda Escupiré sobre vuestra tumba. ¡Pues bien, yo creo que esto es una farsa! En este libro la obscenidad es gratuita, ¡ni por asomo psicológica! La obra del señor Vian es un pastiche sin fondo ¡un pretexto para descripciones eróticas y sádicas, con un título llamativo, todo concebido con un fin puramente comercial! ¿Recuerdan el drama de aquel padre, “obseso alcohólico”, que desnudó y azotó hasta la muerte a su propia hija? ¡Fue tras haber leído ¡Cuidado, chicas! de James Hadley Chase. ¡Sí! ¡Los cerebros enfermos e impresionables pueden sufrir un shock psicológico fatal por la lectura de ciertas obras! Por eso debe aplicarse la ley con severidad a Boris Vian y a su editor.»

Ocurre que Vian, en su máxima pobreza, con problemas con el fisco, vive ahora en un cuartucho, traduciendo para conseguir algo de dinero, descuidando la manutención de su hijo Patrick. Y conoce a Ursula, con quien se casa en segundas nupcias y que le acompañará hasta ese último día. A trancas y a barrancas trata de salir del agujero que la legislación francesa le ha metido, desafiando a su propio corazón. Aun con todo, Vian resiste y escribe, y decide cada día que el tiempo aún no ha llegado.

Te dije que no te encariñaras

Boris Vian, bandera de escritores, amante musical, buscó la consagración de su nombre en las letras francesas. Supo rodearse de gente que le estimuló intelectualmente y creativamente. Por estas páginas pasean Jean-Paul Sartre, Miles Davis, Juliette Gréco, Serge Gainsbourg, Raymond Queneau, André Berry, Charlie Parker,… La buena salud cultural de París lo cogió desprevenido y alimentó su nombre, cimentó sus piedras y escupió letras inmortales, que continúan enamorando a las generaciones siguientes, que fideliza a sus amantes, y que permite mil relecturas más. Boris Vian envejece bien. El mundo sigue girando pero Vian sigue colocado en estanterías de bibliotecas privadas, públicas, librerías. Sigue hablando en francés, inglés, español, portugués, etc. Sigue y seguirá, escupiendo sobre nuestras tumbas y desertando a la mínima ocasión. Goza de buena salud en la Pléyade cultural.