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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Querido Diego, te abraza Quiela», de Elena Poniatowska

El lector siente compasión y a la vez rabia. «¡Angelina, por favor, pasa página!» es lo que se repite en su lectura.

Angelina Beloff, una pintora exiliada rusa en París, tiene la ausencia incrustada en el alma. Su amado Diego Rivera, también pintor, se ha ido a México, de donde procede, y desde entonces no tiene noticias suyas, salvo el dinero que la suele enviar. Pero ella sigue aferrada a la esperanza, algo que tarda en perder, y que seguramente en lo más profundo no perdió nunca. Ni siquiera cuando años más tarde consigue reunir el dinero para viajar a México y al encontrarse un día cara a cara con el que fue su amor durante diez años, con el que tuvo un hijo que murió prematuramente, él ni tan siquiera la reconoce. Esperanza y amor, dos sentimientos que no suelen abandonarse jamás.

A modo epistolar, Elena Poniatowska nos habla de la vida que Angelina lleva en París después de la marcha de Diego justo después de que el hijo que tenían muriera. Diez años de relación cortados de repente. Ni una explicación, ni una carta para que Angelina, como le ruega en muchas de las cartas, pueda cerrar ese capítulo de su vida. Su última carta, en la que le dice que ya tiene conocimiento de que él está con otra persona en México, literalmente rompe el alma. Aún sabiéndolo, sigue esperando respuesta, algo que nunca llegará.

Le duele en el alma al lector estas cartas ficticias, creadas por Elena Poniatowska para acercar más a Angelina y demonizar a Diego. Insensible y sin corazón, dejando sola a Angelina en un París que hasta él mismo reconoce frío y duro. Sentimos compasión y a la vez rabia. ¡Angelina, por favor, pasa página! es lo que más nos repetimos en su lectura. Algunos notarán una punzada de dolor recordando vivencias propias similares, viendo lo fácil que puede ser desde fuera, y comprendiéndola mejor al haberlo vivido interiormente. Quién no ha vivido algo parecido, un amor con esperanza sin motivos, un momento de nuestra vida en el que nos ha costado pasar página.

La misma esperanza que queda en esa postdata de la última carta que le escribe, cuando incluso ya sabe que está con otra persona. Una sencilla frase que parece que no dice nada, pero que en realidad lo dice todo. Un hilo de esa misma esperanza que hace que el amor sobreviva muchas veces más de lo que debería: «¿Qué opinas de mis grabados?», una pregunta que albergaba tantas promesas de respuesta y murió siendo retórica.

Elena Poniatowska nació en París en 1932. Hija del príncipe Jean Evremont Poniatowski Sperry y de Paula Amor de Ferreira Iturbe, es heredera del título de princesa de Polonia por ser descendiente del rey Estanislao II, último monarca del país. En 1941 llegó a México con su madre huyendo de la segunda guerra mundial. El padre, en cambio, alistado en el ejército francés, combatió en la guerra hasta la victoria, momento en que viajó a México para reunirse con su familia. Elena Poniatowska fue enviada a los Estados Unidos a estudiar. De nuevo en México, pronto decidió dedicarse al periodismo. Así, en 1953 empezó a trabajar en el diario Excélsior escribiendo crónicas sociales, y el año siguiente comenzaría su colaboración en el periódico Novedades.

En 1954 publicó su primera obra de ficción, Lilus Kikus, una colección de cuentos, seguida en 1963 por Todo empezó el domingo, una serie de crónicas sobre la vida dominical de los habitantes de la ciudad, que venía a afianzar, con ilustraciones de Alberto Beltrán, su fuerte compromiso social. El reconocimiento internacional le vendría con sus libros Hasta no verte, Jesús mío (1969), relato costumbrista de las peripecias de una empleada doméstica que le valió el Premio Mazatlán de Literatura, y especialmente con La noche de Tlatelolco (1971), un brillante ejercicio periodístico acerca de la matanza de estudiantes ocurrida el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas. Querido Diego, te abraza Quiela (1978) sería su libro más traducido.

Autora de más de cuarenta obras, entre las constantes de su narrativa encontramos la presencia de la mujer y su visión del mundo, la Ciudad de México, los conflictos sociales, la importancia de los derechos humanos, las heroicidades y miserias de la vida cotidiana, la búsqueda de la justicia y la literatura. Entre los numerosos premios recibidos, destacan el Mazatlán de Literatura (1971); el Nacional de Periodismo de México (1978); el Alfaguara de Novela con la novela La piel del cielo (2001); el Rómulo Gallegos con El tren pasa primero, que tiene como protagonista a un líder sindical ferroviario (2007) y el Biblioteca Breve por su obra Leonora, sobre la vida de la pintora Leonora Carrington (2011). En 2013 ha sido galardonada con el Premio Cervantes.