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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Reina Lucía», de E. F. Benson en Libros y Literatura

Una mordaz y afilada sátira social que caricaturiza con un humor inconfundiblemente inglés a los snobs, los entendidos y a todos aquellos que viven la cultura como una pose.

El té de las cinco, los autobuses rojos de dos pisos, el fish and chips, el Big Ben, los bobbies,… y las novelas de Mapp y Lucía. Prácticamente desconocidas entre los lectores en lengua española, las de novelas escritas por E. F. Benson en torno a los personajes de Elisabeth Mapp y Emmeline Lucía Lucas, son tan auténticamente british como los pubs o el cambio de guardia en Buckingham Palace, pero muchísimo más divertidas.

Es curioso lo que sucede con los ingleses y el humor. En principio son un pueblo con fama de serios y ceremoniosos, con un exagerado sentido del ridículo que en ocasiones les hace parecer estirados; sin embargo el humor inglés es sinónimo en todo el mundo de humor fino, irónico e inteligente. Quizá sea debido a su capacidad para reírse de sí mismos o porque profesan un cierto culto por la elegancia, el caso es que sus comedias no sólo poseen un sello propio que las distingue de las demás, sino que se las considera realmente divertidas.

Esto se puede afirmar de cientos de películas y series de televisión, pero donde en realidad queda patente es en los libros; probablemente porque los ingleses son de los pocos que consideran que la literatura humorística también es literatura seria. Sea como fuere, mientras que otras versiones regionales del humor tienen un carácter localista e incluso a veces peyorativo, la marca “humor inglés” es casi una garantía de éxito.

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Edward Frederic Benson fue un destacado atleta y un precoz escritor de novelas de terror —otro género cultivado con devoción por los ingleses—, sin embargo si hoy es un escritor enormemente popular no es por las medallas que ganó ni por las pesadillas que provocó, sino por sus comedias sociales, encarnadas en la serie de novelas de Mapp y Lucía, que además dio lugar a una famosa serie de televisión producida, como era de esperar, por la BBC. Reina Lucía es la primera de las seis novelas de la serie y en ella conoceremos a Emmeline Lucas (más conocida por la versión italianizada de su apellido, Lucía, debido a su pasión por la cultura clásica), una dama refinada y sensible

Por si la echan de menos, Elisabeth Mapp no se incorporará hasta la segunda entrega de la serie, dispuesta a disputarle a Lucía la corona de su particular reino, un pueblecito a las afueras de Londres llamado Riseholme y que gracias a la dedicada labor de Lucía y su marido se ha convertido en un reducto de cultura, arte y sensibilidad.

En esta bucólica villa cada velada está amenizada por un concierto de piano, un recital de poesía o una breve representación de teatro amateur. Y en cada uno de estos acontecimientos, inevitablemente, la protagonista absoluta es Lucía: infatigable anfitriona, artista, musa y árbitro social, nada escapa a su control.

Desde The Hurst, la residencia de los Lucas —un anacrónico engendro arquitectónico rebosante de detalles de un gusto tan exquisito como que cada parterre del jardín esté dedicado a una obra diferente de Shakespeare y en él sólo se cultiven flores mencionadas en sus versos—, Lucía gobierna con mano firme, por mucho que la enfunde en un delicado guante de seda. Y lo hace sin reparar en los medios; la soberana no está dispuesta a que nadie le haga sombra en su propio reino.

Un reino con unos súbditos tan estrafalarios como Daisy Quantock, una crédula dama ferviente seguidora de cualquier filosofía o religión que esté de moda en ese preciso instante o Georgie Pilson, un zangolotino de buen linaje y poco carácter, cuyo talento para el arte se expresa en la pintura y la música pero, sobre todo, en el petit point y el coleccionismo de tacitas victorianas.

Pero a pesar de que el talento artístico se manifieste de manera diferente en cada uno los habitantes de Riseholme, hay una disciplina a la que todos se entregan continuamente con delectación y en la que han alcanzado el máximo grado de maestría concebible: el cotilleo.

Y así transcurre la vida en Riseholme, plácida e inmutable entre sonatas y chismorreos. Hasta que la llegada de un nuevo habitante a Riseholme altera el equilibrio de fuerzas del pueblo y pone en evidencia que no todo el mundo es lo que parece. La más hilarante de las guerras ha estallado.

Reina Lucía es una novela muy divertida, eso ya está dicho, pero además de entretener al lector durante trescientas cincuenta páginas de sonrisas y carcajadas, la obra de E. F. Benson también puede ser motivo de reflexión porque mientras caricaturiza a la sensible corte artística de la Reina Lucía está mandando un recado a los snobs y los entendidos, a todos aquellos que viven la cultura como una pose, como un atributo social que puede adquirirse como un coche caro o una residencia lujosa. Pero la cultura no se puede comprar, ni siquiera aprender, es preciso sentirla, vivirla con naturalidad y, a ser posible, con pasión.

Así que conviene no dejarse engañar por esta encantadora crónica de esa burguesía rural tan típicamente inglesa; esconde una mordaz y afilada sátira social en la que E. F. Benson, con gran sutileza, disecciona las flaquezas de cualquiera de nosotros: el miedo al qué dirán, el afán de protagonismo o la envidia.

En definitiva, si son aficionados, como yo, al humor inglés, esta deliciosa comedia les encantará. No sé si atreverme a calificar a Reina Lucía como la novela inglesa más humorística que he leído, pero sin duda es la novela humorística más inglesa que se puede imaginar.

Por Javier BR