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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Revolucionarios», Joshua Furst (Impedimenta, 2019)

Ahora que las calles de medio planeta vuelven a arder —felizmente, decimos algunos, el abyecto «sistema» merece las barricadas— en medio planeta, llega la siempre insigne Impedimenta y nos propone Revolucionarios, de Joshua Furst.

Una novela que, parece imposible, ofrece un enfoque distinto a los sempiternos años sesenta —y sus prolongados estertores— estadounidenses, a través de la mirada retrospectiva del vástago de uno de los líderes del activismo y la contracultura de la época. Las vidas, no tan llenas de paz y amor, detrás del idealismo y el inconformismo de la era hippie…

Nacido en Colorado en 1971, Joshua Furst estudió dramaturgia en la Escuela Tisch de la Universidad de Nueva York, además de posgraduarse en el Taller de Escritores de la Universidad de Iowa. En el campo teatral alternativo, Furst es una figura popular, con varias obras llevadas a escena en territorio estadounidense y extranjero. Asimismo, formó parte de la organización del Festival Faust, y de la producción de la Conferencia RAT 1998. En el terreno literario, Furst ha publicado el libro de relatos Short People (2003) y la novela The Sabotage Café (2007), exitosos precedentes de Revolucionarios, publicado este 2019. Además, es miembro fundador del colectivo literario Krïstïanïa, y colabora en diversos medios escritos y digitales, como el Chicago Tribune o PEN America. Actualmente vive en Nueva York y es profesor en el Eugene Lang College de The New School.

Revolucionarios se abre con el ardid literario que genera la novela y nos proporciona tanto al narrador como su estructura fragmentada —en la práctica notablemente fluida, también gracias a la buena labor en la traducción al castellano de Alba Montes Sánchez—, resultado de la serie de entrevistas realizadas y transcritas en 2016 por un tal C.C. Clayton a Freedom Snyder —llamadlo Fred, implora—, hijo único del célebre icono contracultural, mitad líder intelectual, mitad bufón del movimiento, Lenny Snyder, que acabó con su vida en 1991. Los recuerdos de Fred, ya de mediana edad, proporcionan al lector una sugerente panorámica de esos años de «haz el amor y no la guerra», «vive y dejar vivir» o «turn on, tune in, drop out». Pero, sobre todo, nos hablan de una relación paterno-filial más que compleja, entre la veneración y el resentimiento, resultado de una infancia de lo más singular.

Joshua Furst apuesta fuerte con su personaje estrella, Lenny, a quien convierte en uno de los epicentros de la revolución. Su creación es un trasunto fidedigno —al menos, en cuanto a su trayectoria— de Abbie Hoffman, inefable cabecilla de los yippies junto a Jerry Rubin —¿Sy Neumann en la novela?—, locuaz portavoz y omnipresente agitador social que está en absolutamente «todas las fiestas». De la convención demócrata de Chicago de 1968 a Woodstock, pasando por gamberradas de diversa índole en Wall Street u hoteles para la élite… hasta la cama, literalmente, de John Lennon. Parece increíble, pero es que Hoffman fue realmente tan hiperactivo como profundamente contradictorio. Carismático, vividor, manipulador, corrupto —tráfico de drogas, lo que forzó su desaparición durante siete años— y también enfermo, aquejado de trastorno bipolar. Un tempestuoso cóctel que, unido a su frustración una vez los tiempos, cuál apisonadora, le pasaron por encima a su desmedido ego, le llevaría al suicidio por sobredosis de pastillas en 1989, a los 52 años. Todo un extraño viaje que el lector va a poder recorrer gracias a Lenny Snyder.

Sin embargo, en Revolucionarios hay bastante más que una atolondrada y liviana no obstante bien hilvanada reconstrucción histórica de los hechos significativos de tan efervescente época, además de la biografía ficcional de uno de sus actores principales acompañada de un profuso name-checking —de Bob Dylan a Allen Ginsberg—. Y eso es debido a que Furst desplaza el centro de atención a la vivencia personal de Fred. Y en su recuerdo no hay demasiado lugar para la euforia o la nostalgia, sino para el dolor y la confusión de quien tuvo una niñez diferente, no escolarizada ya que el colegio oprimía, repleta de acontecimientos —protestas, campañas, drogas, cambios de domicilio, persecuciones policiales— no del todo comprensibles para un crío, aunque Furst dota de una perspicacia inusitada a Freedom pese a su corta edad —con diferencia el aspecto más inverosímil del libro— en un hogar insoportablemente «excepcional».

Porque, a mi juicio, donde Revolucionarios adquiere una enjundia remarcable, incluso supone un cierto soplo de aire fresco, es en ese retrato más bien lóbrego de la vida doméstica de quienes rechazarían de plano esa definición. Ahí brilla con luz propia Suzy, personaje tan capital como fascinante dada su contradictoria situación. Denodada activista, madre de Freedom y devota de la figura incandescente de su pareja pese a sus constantes infidelidades y desaires —atención al reencuentro tras la huida de Snyder—. Responsable exclusiva de sacar adelante tanto el hogar como la crianza del crío ante un padre negligente para semejantes tareas —apenas una breve excepción tras salir bajo fianza—. Es en esa lar en demolición donde aparece otra recreación ficcional tan absorbente como Phil Ochs, memorable cantautor contracultural sumido en su propio infierno personal, que para Fred se convertirá en una posible, desesperada figura paterna… ante la ausencia del verdadero.

Es ciertamente notable como Revolucionarios marida la caída del ídolo desaparecido con los tiempos, más frontalmente beligerantes —los Weather Underground, los Panteras Negras, tremenda escena la de la cena frustrada— e intelectualmente complejos, de los años setenta, que abocan al personaje/persona a una irrelevancia, incluso denigración, que sumirán a Snyder en la depresión y reclusión en sí mismo. Y, de ese modo, Joshua Furst logra retratar convincentemente a un héroe con los pies demasiado embarrados para serlo, a un villano demasiado idealista, provocador y divertido para resultar despreciable, en realidad un ser humano atrapado en su propio personaje, así como las consecuencias de sus actos e inacciones entre quienes le rodearon. El hombre, el espíritu y el padre que no pudo ser… detrás de la pancarta.

Raül Jiménez