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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Sapphira y la joven esclava», Willa Cather

Willa Cather tiene esa mirada especial de quien ve más allá de lo evidente, no se deja engañar y por eso no nos engaña.

Hace poco comentaba aquí un libro que no me dejó indiferente, Mi enemigo mortal de Willa Cather. El caso es que pocos días después vi que la editorial Impedimenta iba a sacar Sapphira y la joven esclava. ¿Impedimenta y Willa Cather juntos? me puse hasta de los nervios, pero gracias a la amabilidad de la editorial Impedimenta mis nervios se serenaron cuando me facilitaron un ejemplar. Nunca podré agradecérselo lo suficiente.

Hay libros cuya lectura provocan tal adicción que prácticamente los lees del tirón de esa forma en la que es imposible encontrar un momento para despegar el libro de los dedos. No quieres salir de la historia en la que la lectura te introduce. Es como beber una cerveza fresquita justo cuando el calor te tiene al borde de la deshidratación. La bebes de un largo trago, apenas sin respirar. Y cuando terminas, suspiras, agradecida.

Hay otros libros, sin embargo, que lees despacito, los saboreas, los paladeas, los degustas a poquitos. Quieres que la lectura te dure y no termine, porque además cuando dejas el libro porque la vida tiene sus quehaceres, en cierta forma sigues dentro del mismo, de la atmósfera creada, de los personajes… Todo sigue dentro de ti. Es como beber un buen vino al final del día, en ese momento intimo en que como una especie de ceremonia, te reconcilias contigo misma y te das el homenaje de un tiempo para ti, con un vaso de buen vino que bebes a sorbitos, mientras miras al techo, a la chimenea o al infinito. Has estado todo el día esperando ese momento.

Esta novela pertenece a este segundo tipo de lectura. La forma de escribir de Willa Cather es tan preciosa y precisa, tan poderosa, tan sugestiva, tan poéticamente descriptiva que apenas hay párrafos que puedas permitirte distracción fuera de la lectura. Solo tienes ojos, mirada, para las palabras escritas de Willa, mientras, en tu cabeza, consigues visualizar todo como si estuvieras ahí. ¿He dicho «como si»?. Miento… ¡¡estás ahí!!. Estás en Back Creek, junto con Sapphira, Henry, Nancy, Till, Rachel, Jezabel, Martin, Lizzie, Bluebell, Fairhead…

Los párrafos más descriptivos, que en otros textos pueden hacerse más imprescindibles o resultar menos relevantes, aquí son pura ingeniería, todo forma parte del puzzle que Willa Cather nos ofrece, piezas que van encajando una en otra hasta formar el retrato final: un lugar, una época, unas vidas…

Willa Cather sabía captar el interior de las personas, la naturaleza profunda a veces pura y a veces contaminada que nos caracteriza. Y sabe cómo mostrarnos las piezas que componen una sinfonía final, esa que compone el día a día. Tiene un gran sentido del ritmo narrativo, no hay violencia en sus palabras, no hay nada que nos resulte abrupto, aunque finalmente nos pueda llegar el dolor, la sensibilidad, la fuerza de las emociones, de los celos, de la soledad, de la nobleza, de la bondad… El drama de los gestos insignificantes, la interpretación de la realidad que termina por ser una malinterpretación y el consecuente gesto desproporcionado, arrogante, fuera de lugar…

Willa Cather no cae en la sensiblería, en el dramatismo, en la exageración. No desvirtúa lo que cuenta de forma innecesaria para ser más asequible o para manipularnos como lectores. No lo necesita porque sabe contar las cosas, sabe qué contar y cómo hacerlo, porque sabe ver más allá, desde fuera, desde lo que cree y lo que conoce bien, lo que se ve y lo que no. Y lo que no se ve es lo que suele mover muchos comportamientos. Cather tiene esa mirada especial de quien ve más allá de lo evidente, no se deja engañar y por eso no nos engaña. Para mí como lectora es un privilegio que quien me está narrando una historia lo haga haciéndome ver más allá de la superficie. Sutil, pero firme y sin tapujos, me hace ver. Y me emociona (otra vez), como emocionan los grandes autores, desde la admiración por una forma de contar y narrar.

Siendo el último libro que escribió Willa Cather antes de morir, y dedicándole además mucho tiempo para hacerlo, estoy segura que detrás de las metáforas y sutilezas que podamos encontrar en esta historia, hay un juego de espejos con trasfondo autobiográfico.

Ninguno de los personajes que nos presenta Willa es prescindible, todos son importantes, todos son necesarios, a todos los recordaremos, hasta los que aparecen brevemente tienen su papel y también hacen mella en la memoria del lector. Sólo hay un punto controvertido en este libro y es el cómo aborda Willa Cather el tema de la esclavitud, si bien hay que decir que esta no es su historia, no es la historia de la esclavitud lo que nos quiere contar Willa, los personajes de color que aparecen en la obra son títeres en manos blancas.

No debiera hablaros más de este libro, solo invitaros a que os dejéis llevar de la mano y los ojos de Willa Cather y disfrutéis de la lectura.

Por Ana Blasfuemia.