El escritor polaco Stanislaw Lem, autor de esta maravillosa novela, fue uno de los escritores más conocidos de la Europa soviética. Lem se centró, con rigor literario y científico, sobre la comunicación entre lo humano y lo no humano desde un punto de vista antropomórfico. Y hay que reconocer que la novela ha recibido mucha menos atención que su adaptación fílmica, sobre todo a partir de la versión de Andrei Tarkovsky (1972). Recordemos, también, que hay otra versión cinematográfica de Solaris realizada por Boris Nirenburg en 1968.

Kris Kelvin, el personaje principal, inicia su viaje a la estación oceánica de Solaris, y una vez allí se cerciora de extrañas desapariciones y apariciones de varios personajes (muertos-vivos), algo que le produce un profundo malestar interior; se suceden una serie de hechos extraños que le obligan a preguntarse si está alucinando. Intenta hablar de estos sucesos extraños con el Dr. Snaut y el Dr. Sartorius, de caracteres muy diferentes, sin llegar a ninguna conclusión.

Romántico o no, la reaparición de Harey, la amante de Kris, que había muerto hace tiempo, crea aun más inquietud en el personaje que no hace más que hacerse inacabables preguntas sin respuesta: ¿Es realmente ella? O simplemente ¿es una imagen de su mente? La relación se va tensando hasta culminar en uno de los momentos más emocionantes de la novela.

En esta diáfana edición de Impedimenta, traducida directamente del polaco por Joanna Orzechowska (una traducción inmejorable) se incluye una introducción de Jesús Palacios, «Solarizados», que merece una especial atención por sus ilustradores comentarios. Palacios cree que Solaris estimula toda clase de hipótesis, alguna de ellas incorrectas, pero en cualquier caso siempre ingeniosas e inteligentes. Subrayamos su opinión: «Solaris, la novela, es una obra maestra de la ciencia ficción, porque, además de plantear la paradoja epistemológica por excelencia, es también una novela llena de intriga y de ingenio».

Por Carme Miró.